domingo, 19 de marzo de 2023

La mejor compañía

Los libros pasean por nuestro tiempo para ilustrarnos, emocionarnos, distraernos; minutos y horas en un reloj de palabras y frases que nos transportan a otros tiempos y otros lugares, la magia permite que otras realidades nos inunden mientras nuestros ojos y nuestra imaginación interpretan las frases que el autor ha construido para contarnos una historia. Mientras tanto, la vida continúa. Y asociamos la lectura de determinado libro a un momento y una circunstancia de la realidad que nos rodea y luego siempre recordamos que lo leímos cuando ocurría lo que fuese, en el lugar que nos encontrábamos o con el ánimo que nos acompañó en ese momento.  
Supongo que siempre recordaré que Castillos de fuego (Seix_Barral, 2023) me permitió salir de las habitaciones 306 y 308 de un hospital en marzo del año 2023 y recorrer las calles de Madrid entre los años 1939 y 1945. Su autor, Ignacio Martínez de Pisón (Zaragoza, 1960) abre la puerta de un túnel del tiempo, bien documentado y armoniosamente iluminado, para situarnos en la posguerra española del hambre y la miseria, la delación y los estraperlos, pero sobre todo, la España que todavía mantenía una esperanza por derrotar la injusticia y la opresión. Martínez de Pisón combina la Historia y personajes reales con historias de protagonistas diversos, cada uno con su propio objetivo y a la vez, todos con uno mismo, la supervivencia, a su manera desde uno u otro bando. El narrador no juzga, muestra; invita al lector a averiguar página tras página nuevos hechos, decisiones y actitudes de personajes que se enfrentan a monstruos reales y cede a la inteligencia del lector el criterio de interpretar si está bien o mal, cuando el límite entre uno y otro se trasponen vertiginosamente. 

A un ritmo narrativo ágil la novela engancha y sus 698 páginas discurren tan veloces como las diferentes tramas que poco a poco se van cruzando: algo sucede, alguien se encuentra con otro alguien, luego desaparece un tiempo, luego regresa, aquello que parecía intrascendente es un detonante para una decisión irrevocable y así, tan natural como la vida misma, todo discurre. Esta lectora ha disfrutado de una novela de ficción que muestra imágenes nítidas, secuenciadas como una película en blanco y negro, incluso cómo si se tratase de una crónica, tiempo y espacio, hechos y datos, pero con emoción y sensibilidad.

Quiero, una vez más, confesar mi admiración por este gran novelista que el día de la presentación en Zaragoza bromeó con que “a fuerza de escribir, uno al final aprende”. Recuerdo que aquel día le dije mientras firmaba mi ejemplar que tenía muchas ganas de comenzar Castillos de fuego pues el día anterior justamente había finalizado otra novela de la misma época histórica y con personajes del Partido Comunista que aparecen en las dos: “Vengo de leer Inés y la alegría, de Almudena Grandes (Madrid, 1960-2021)”, le dije. “Una pena que se haya ido tan pronto, ¡Qué gran autora!, dijo él. Nos quedamos en silencio. E insistió en lo buena escritora que era Almudena y sus Episodios de una guerra interminable. 

Ambos, cada uno con su estilo y su grandeza, son capaces de mostrar las esquinas de la Historia que no aparecen en los libros de texto, como lo hicieron otros clásicos, Galdós o Tolstoi, novelas crónica, ficción realidad, literatura al fin y al cabo. 

Gracias, siempre, esta vez si cabe todavía más, a Martínez de Pisón por su escritura, pues estar sentada en sillón del hospital velando la gota transparente que baja hasta la vía de un ser muy querido y, en un momento dado, abstraerse a través de palabras escritas (aunque en esta novela haya pesares y desgarro), es ocupar el alma y el pensamiento de arte y conocimiento. Mejor compañía, imposible.

Martínez de Pisón en la presentación de Castillos de fuego en Zaragoza junto a Eva Cosculluela.
22-Febrero 2023