jueves, 29 de julio de 2021

Antoni Pau i Sans: vida, tierra y tintero

 


Casi siempre, cuando se piensa en un hombre de campo, se asocia a una imagen ruda y poco sensible, como si en el medio rural  la vida y la costumbre le obligasen a uno a ser parco y bruto. Y no digo que no sea todavía una realidad más habitual de lo que convendría. Pero rompiendo esos esquemas, Antoni Pau i Sans (Arbeca, 1922) —Tonet—, ha cultivado el gusto por la cultura. Tanto que su inquietud intelectual le llevó a participar en diversas publicaciones y estudios sobre la historia de su localidad natal, Arbeca, en la comarca de Les Garrigues (Lleida) y a promover a finales de los años cincuenta la creación de una biblioteca que fue privada antes de pasar a ser municipal en 1982.  En el 2014, a sus más de noventa años, se animó incluso a escribir un libro: Incompletes memòries: Records d’un tram de la meva vida (1930-1950)

Escrito en lengua catalana, el texto es un compendio de sabiduría popular y testimonio en primera persona de la historia reciente del siglo XX. Así, narra su experiencia infantil los días de la proclamación de la II República en 1931 cuando él tenía solo nueve años, pero con las reflexiones del hombre que escribe ya en su madurez, “Al caient de la tarda”, como dice en uno de los poemas que cierran el libro. Antoni Pau  recuerda otros acontecimientos de la guerra civil española y describe las jornadas propias de labores de campo como la siega o el trillado, estableciendo una narración paralela entre la vida cotidiana en un pequeño pueblo y el estallido de la contienda que irrumpió inesperadamente en su camino. También es testimonio de su paso por el reclutamiento militar con destino en tierras marroquíes durante la II Guerra Mundial y luego en las montañas pirenaicas en misión para frenar el ataque del maquis; el lector acompaña a Tonet en su viaje en barco desde la arena caliente de AlcazarSeguer hasta  la nieve fría del port de la Bonaigua. Con sencillez y precisión, narra algunos hechos de su largo servicio militar de tres años. En el último capítulo describe su enlace con Ramona y ahí finaliza la historia. A partir de los años cincuenta llegaron sus hijos, y deja en sus manos la posibilidad de que ellos escriban la continuación de esta biografía tan entrañable.

La obra es una oda a la amistad, al amor familiar, a la sensatez y a la libertad de pensamiento. Con humildad y sinceridad, Antoni Pau se transparenta en sus palabras revelándose como ejemplo de hombre de Fe cristiana que llama a la Paz, con mayúsculas y no ejerce juicios vanos, sino que se posiciona tras la reflexión serena e independiente.

Hombre libre, honesto con su conciencia y su moral, que no juzga por servidumbre a ideologías, sino por su fidelidad a la mayor convicción del ser humano: hacer el bien y no el mal, respetar al prójimo. Siempre desde un sentir religioso profundo y sereno que le ha acompañado durante toda su vida, así como el buen humor y el optimismo que brilla en los renglones de cada frase. 

Aprendió a escribir con lápiz y plumilla y ahora relata desde aquel tintero su experiencia inteligente de la tierra y de la vida. Con un sencillo pero elegante lenguaje, la sensibilidad está presente en cada uno de los capítulos. Por mi parte, que no soy lectora habitual en catalán, he de confesar que en las partes donde narra las labores de campo tuve que acudir al diccionario para desvelar el significado de muchas palabras (aperos, herramientas, útiles y acciones) que son un legado a considerar pues ya no se utilizan y las nuevas generaciones urbanas seguro que tampoco las conocen.

Tonet es un hombre de fuertes convicciones religiosas y así queda reflejado en su narración. Hombre de campo, hombre bueno, hombre culto, que se ha hecho a sí mismo. Lo comparo con otros agricultores que conozco, de su misma edad, que jamás han leído un libro y que tan apenas saben coger el bolígrafo para firmar torpemente. Tonet nunca salió de su pueblo (para estudiar o trabajar en otra ocupación, a excepción de sus tres años de servicio militar en que desempeñó tareas de oficina) y siempre ha trabajado sus tierras de secano y regadío, olivos y almendros. Ha dedicado jornadas de sol a sol a labrar, sembrar, segar, trillar, podar, recoger los frutos, o cuidar los aperos. Y sin embargo, imagino que sacó tiempo para leer a ratos y escribir. Por eso muestro mi admiración tras la lectura de este libro, compendio de sabiduría popular de un hombre sencillo, bueno y culto que pronto cumplirá cien años.

Gracias, Tonet, por compartir su experiencia con nosotros. Me enorgullece y presumo de tener un “tiet de llet” ejemplo de honestidad y sabiduría.