jueves, 4 de junio de 2015

Escucho en los informativos de radio y televisión, y leo en algunos diarios digitales, la expresión “partidos emergentes”, refiriéndose a los nuevos partidos Podemos o Ciudadanos. Y me río. Y me disgusto, claro. Pues de nuevo, el lenguaje está en manos de los medios de comunicación para calificar y designar… erróneamente. Emerger, es un verbo intransitivo que en el Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua  se define como “Brotar, salir a la superficie del agua u otro líquido”. ¿Podemos emerge de algún río o mar? ¿Ciudadanos brota a la superficie desde el fondo de algún pantano?


Ambos partidos, cada uno en su línea de pensamiento y política, provienen de movimientos que representan a hombres y mujeres, aunque en cierto modo estaban sumergidos en la desesperanza y la indignación. Pero no son cuerpos líquidos. Esperemos que no sean tampoco las sociedades líquidas que  Baumann nos define, sino que sirvan de cimiento para efectuar un cambio sólido y duradero. Los líquidos cambian de forma indefinidamente, no tienen forma, de hecho.  La modernidad líquida convertiría a estos nuevos partidos en demasiado inmediatos, incluso escurridizos y diluyentes. En una sociedad globalizada y, en cierto modo líquida por sus cambios constantes, tal como afirma Baumann, el poder es global aunque la política sea local. El reto de los nuevos partidos, que no son emergentes, sino natos, es convertir esa política local en un reto al poder global. Difícil tarea.

Como nuevos, están todavía estableciendo sus bases, que no pueden ser líquidas, aunque sí flexibles, para poder moldear los cambios sin traumatismos y como parte de una evolución necesaria. Surgen, provienen, pero no emergen. Esperamos, eso sí, que discurran y fluyan como una masa que arrastre toda la podredumbre anterior. Y renueven. Políticas y maneras.