viernes, 20 de mayo de 2022

Amarillo

El lenguaje de los colores tiene significados diversos. En el caso del amarillo, que es el color por excelencia del sol, está lleno de contradicciones. Las rosas amarillas, por ejemplo, son símbolo de optimismo y alegría de vivir. Sin embargo, en el teatro, es augurio de mala suerte y tragedia y los actores jamás visten ese color. Camino Díaz ha asignado el color amarillo a la tristeza. Para descubrir por qué, recomiendo leer la novela que ha publicado con mimo Los libros del gato negro. 

El tiempo, la luz, los aromas, los sonidos…todo compone un cuadro que el lector visualiza en El color de la tristeza es amarillo (Camino Díaz, 2022). La autora escribe en cada página un acompañamiento fiel a su nombre, un camino de palabras y sucesos, una senda literaria que atraviesa la realidad para llevar al lector a la magia, ese trazado entre los hechos y los sueños, lo que ocurre y lo que se desea, el espacio donde esconderse para huir del dolor. Ese lugar donde se refugia la protagonista.

Los personajes, tan bien construidos, resultan familiares a quienes vivimos en pueblos monegrinos, así como los espacios, los olores y el paisaje, que es un personaje más de la novela. Más allá de los campos amarillos calurosos y llanos, hay también un paisaje de huertos en tierra húmeda, sombras agradables donde descansar del calor y riachuelos con peces que viven junto otros seres mágicos lejos de la sequedad. Y es que la magia se funde con la rudeza de la vida rural, las miradas, los susurros y las historias de otro tiempo y otros lugares. No obstante, todos comparten tonos amarillos. La vida y la muerte. 

Ese paisaje y los sucesos que ocurren en la historia están dibujados en el tiempo donde se funde memoria, dolor y silencio, pero también esperanza de vida. Ese tiempo al que se refería T.S. Eliot en su poema Burnt Norton: “tiempo presente y tiempo pasado se hallan, tal vez, presentes en el tiempo futuro, y el futuro incluido en el tiempo pasado”. En El color de la tristeza es amarillo, las historias se entretejen y el pasado está en el presente que vuelve una y otra vez al pasado para vivir y morir. 

No voy a destripar la trama pero quiero destacar que las ausencias y las presencias, la vida y la muerte, conviven en la frontera mágica, saltando de un lado a otro, como la infancia cuando todavía juega con la inocencia cuando se resiste a crecer, a entrar en ese mundo adulto en el que irremediablemente todos tenemos que discurrir.

Por último, quiero mencionar la cuidada edición que Los libros del gato negro ha realizado, y queda latente en la nota de la última página donde se indica que el libro se imprimió en otoño…el resto de la cita no lo transcribo; mejor leerla después de haber leído el libro.


lunes, 2 de mayo de 2022

El lugar a dónde volver siempre

Leer a Antonio Muñoz Molina es como asistir a una representación clásica donde uno disfruta no sólo del contenido sino de la elegancia armoniosa del texto, un lugar al que por mucho tiempo que pase no caduca jamás. Un lugar a dónde siempre se quiere volver.

Precisamente esa es la cuestión que titula la obra Volver a dónde (Seix Barral 2021). Sin interrogante; más que una pregunta es una afirmación, un planteamiento desde la duda que el propio autor plantea (y se plantea) para llegar a conclusiones que son lecciones de vida y en las que nos reconocemos todos: el recuerdo, la memoria, lo íntimo, lo preciso, lo cercano. “Quería fijarme en lo específico en este tiempo nuevo, lo concreto, lo que se olvida porque nadie le da importancia, lo que no aparece en los libros de historia, lo que no puede recordar más que quien lo ha vivido”, expone el autor.

Antonio Muñoz Molina escribe un diario durante la pandemia Covid-19. Parte de un confinamiento para adentrarse en reflexiones que probablemente todos nos hicimos en ese momento, y deja constancia de los hechos que sacudieron la cotidianidad de nuestras vidas. A partir de ahí, exhibe los recuerdos que van apareciendo en esa situación extrema e inusual. Establece, a veces, paralelismos entre el presente y el pasado, que nada tienen que ver, lugares y situaciones a los que la memoria regresa y abre su pensamiento a la proyección que concibe este libro.

Y lo muestra sin excesos en el sentimiento pero con la suficiente nostalgia para emocionar, con la dulzura precisa pero sin empalago, con el drama necesario pero sin caer en la tragedia gratuita. Por otra parte, obsequia al lector con una narración de extrema belleza.

Escribe sobre la vida y la muerte, sobre la enfermedad, sobre la vejez, sobre el trabajo, sobre la familia, sobre esas preguntas vitales que muchas veces no tienen respuesta; incluso hay cierta crítica, no en términos ideológicos sino en lo pragmático hacia esa clase política que “se rebela como una turba parásita que no se ocupa de arreglar los problemas verdaderos que existen”. 

Escribir con pluma estilográfica otorga al autor la pausa y la destreza para elegir cada una de las palabras que describen la huerta, la labranza, la matanza del marrano, la aspereza que hacía a los hombres “tener sangre” y a las mujeres tener aguante. Ese vocabulario tan bien cuidado es deleite para el lector que visualiza, a través de las palabras, cada secuencia como si estuviese frente a la pantalla de cine y permite incluso percibir olores y aromas en cada uno de los ambientes. Leer a Antonio Muñoz Molina se convierte en una experiencia sensorial más allá del goce intelectual. 

Hay una filosofía de vida sin estridencias, adaptando la condición de vida a la libertad individual, pero también a la responsabilidad colectiva estableciendo un compromiso hacia la condición humana que debemos entre todos mejorar. La pandemia es el hilo conductor, la excusa, pero la familia es la protagonista y guía. Muñoz Molina combina la visión de dos épocas, de dos generaciones, formas de vidas diferentes, lo rural y lo urbano, la modernidad y la tradición. Hay un homenaje a los ancianos, a la agricultura, a la usanza del esfuerzo, a la costumbre con solera y elegancia. 

Los nombres y el día de los santos que los conmemoran fijan la realidad en una ficción donde la fecha del nacimiento no se celebra, un espacio donde la importancia de los detalles traslada al lector a un lugar dónde siempre se puede volver.