lunes, 11 de septiembre de 2023

El puzle

A finales de los años noventa adquirimos un puzle con las icónicas torres gemelas de New York. El cielo era azul, muy azul, sin apenas cambio de tonalidades y resultaba muy difícil encontrar la pieza que encajase. Así que después de varios meses extendido en una cartulina, con el skyline neoyorkino vulnerable y sus dos torres sin cobertura celeste devolvimos las piezas a la caja.

El 11 de septiembre de 2001, atónita, vi en directo desde el sofá de mi casa como se desplomaban los dos edificios. Un atentado, una sinrazón, mucho polvo, demasiada muerte y mucho dolor.  Manhattan quedaba desdibujado bajo una nube gris que asfixiaba el aire y los corazones de miles de personas. Aquel informativo duró siete horas, el más largo de la historia de la televisión española. Se puede re-visionar completo en @rtve y se revive la sensación de estupor, la rabia, la indignación, la impotencia, aparte del magnífico trabajo periodístico en directo en unos momentos de confusión y perplejidad. El género humano cae una y otra vez en el retroceso absurdo que provoca la ambición y el fundamentalismo, la sinrazón, aun siendo seres que nos distinguimos por esa superioridad que otorga la razón, o eso debería.

En 2016 estuve en esa zona cero; dos enormes huecos obligan a mirar al visitante hacia abajo, negro vacío, profundo dolor, mientras por las paredes cae lenta el agua como si fuesen lágrimas sostenidas. Había rosas en algunos de los nombres de los casi 3000 fallecidos, grabados a todo alrededor. Levanté la vista y miré al cielo para tomar aire: estaba azul, muy azul. Y otra torre altísima dibujaba un nuevo skyline sobre la ciudad, One World Trade Center.


Recordé las piezas del puzle que dormían en la caja y me propuse comenzarlo de nuevo. No sé si lo hice por restituir un ápice de ese vacío, pero construir de nuevo las torres y cubrirlas con el precioso cielo azul que recibe los rayos del sol atardecido era como iluminar de nuevo aquel vacío oscuro y negro. Conseguí acabarlo, esta vez sí, después de veinte años y varios meses de prueba error, mucha paciencia y mucho tesón. Está en el pasillo. A menudo me paro, lo miro con detenimiento. Hoy, con un recuerdo muy especial y con la esperanza de que aprendamos a construir y no a destruir, a hablar y no a disparar. También es para mí un símbolo del esfuerzo por mejorar y persistir.


Fotografías Aurora Pinto







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