Conocer los principios básicos de la
retórica aristotélica puede ayudarnos como lectores y como periodistas pues, es
indiscutible, que el hecho de comunicar, informar utiliza directamente la retórica, tal y como la define Aristóteles: “la
facultad de teorizar lo que es adecuado en cada caso para convencer” (Retórica Aristóteles)
Existe todavía la concepción del
término retórica, como un método de manipulación en el discurso, o engaño en la
comunicación, o a través de la propia argumentación tergiversada. También se
denomina retórica al uso de metáforas y recursos lingüísticos que adornan el
discurso, dando lugar a veces también, a una doble interpretación o confusión
en el contenido principal.
Pero la retórica es, principalmente,
el conjunto de mecanismos utilizados en el acto de comunicación que permiten
transmitir el discurso de la mejor forma para que el oyente comprenda el
contenido. La retórica aristotélica es, además, desde el punto de vista pragmático,
un método de persuasión, para que el discurso llegue de la mejor manera al
oyente o lector, entendiendo la comunicación como una interacción entre el
emisor y el receptor.
Según Aristóteles, la retórica basa
“sobre toda cosa dada (tema de discurso) aquello que en cada caso es más apto
para la persuasión”. No obstante, la demostración en el discurso se hace por
procedimientos lógicos, no pragmáticos: el ejemplo y el entimema (deducción
mediante silogismo que parte siempre de al menos una premisa). Las premisas se
basan en la certeza de las afirmaciones y en la verosimilitud de los contenidos
desarrollados en la argumentación, para que no quepa ninguna duda en el
receptor, pero debe tener éste un conocimiento previo de estas premisas.
La retórica, hoy en día, está presente
en cualquier nivel de comunicación, en la micro comunicación de las relaciones
personales, en la meso comunicación de las instituciones y en la macro
comunicación de los medios. En
cualquiera de los actos de comunicación el discurso se organiza. En política,
por ejemplo, es una herramienta básica, para el debate público.
Para Aristóteles, la clave para
gobernar estriba en la deliberación entre ciudadanos. Pero no entre cualquier
ciudadano, sino que distingue el interlocutor el varón, de solvencia económica,
con padre y madre en la ciudad…excluye de esta manera a mujeres y esclavos en
el debate y supone un conocimiento
previo de los interlocutores. Trasladando
esto a nuestros días, tenemos un claro ejemplo en los debates y tertulias
radiofónicas y televisivas, en las que políticos, comunicadores y personajes de
la cultura, tratan diariamente temas de actualidad
política, social y cultural; casi nunca intervienen en esas tertulias o debates
personas de la masa ciudadana, obreros, administrativos o simples ciudadanos de
a pie. En este caso, no es tanto por desconocimiento, sino más por la
representatividad de la opinión que muestran los intervinientes y, porque no
decirlo, por su capacidad retórica para el discurso. Esta capacidad retórica es un elemento básico
en los medios de comunicación. Así, aunque un erudito en ciencias políticas
conozca a la perfección el tema que se trate, antes se dará la palabra en esos
debates a un periodista conocedor del tema y adiestrado en el arte de la
retórica, que al experto. Interviene en esta selección, además, la cultura del espectáculo a la que están sometidos los medios, tal como Mario Vargas Llosa afirma en La civilización del espectáculo (Alfaguara, 2012). Muchas veces,
la selección viene dada por el talante del que ya Aristóteles nos habla en su
retórica: “se persuade por el talante, cuando el discurso es dicho de tal forma
que hace al orador digno de crédito (…) es el talante personal quien constituye
el más firme medio de persuasión”.
Entraríamos ahora en otro aspecto que no es objeto de este artículo, pero que
por interesante, no debemos pasar por alto: cuando la comunicación y la
información se convierten en espectáculo, prevalece más la imagen y la forma
que el contenido en sí mismo…
Aristóteles, que creía en
la retórica como un ejercicio de comunicación política, sigue vigente después de más de dos mil años. Cualquier
discurso de nuestros representantes políticos es un ejercicio de retórica, una
argumentación persuasiva para convencer, para que parezca verdadero, sea cual
sea el concepto que muestra. No es una
dialéctica que basa su argumentación en la lógica y busca la verdad. Aunque para Aristóteles, la retórica es una
antistrofa de la dialéctica, es decir, se da entre ambas, a la vez, identidad y
oposición. Coinciden ambas en “descubrir
y sostener un argumento e, igualmente, en defenderse y acusar”. Ahora bien, la tarea de la retórica, según Aristóteles, “no
consiste en persuadir, sino en reconocer los medios de convicción más
pertinentes para cada caso, tal como ocurre
en todas las otras artes”. De esta forma, identifica la dialéctica y la
retórica como argumentaciones persuasivas, pero distingue la retórica como un
arte, una disciplina que requiere facultades y conocimientos para poder
aplicarla. En ese aspecto, hay que reconocer el mérito de algunos de nuestros políticos actuales.
Aunque los ciudadanos deben esforzarse en cultivar su capacidad crítica para distinguir el arte de la retórica del contenido del mensaje. Con el tiempo, la retórica se preocupó
también por la audiencia y surgió entonces la hermenéutica como una disciplina
de interpretación del verdadero sentido de un texto.
En relación con el periodismo, la retórica
está presente como un elemento nuclear. Lo cual no resta al acto de
comunicación periodística, en ningún momento, de la objetividad y veracidad que
deben prevalecer en la información. Si bien, los medios, y sobre todo los
digitales, reclaman brevedad en el discurso, esto tampoco es un signo de
ausencia de retórica, que está presente en todo acto comunicativo. El hecho de
informar se nutre del empleo de la retórica para dar forma a esa información de
manera que la elaboración del contenido llegue al lector u oyente de la mejor manera objetiva, veraz y con estructura convincente.
Aristóteles afirma que la retórica es útil porque por naturaleza la
verdad y la justicia son más fuertes que sus contrarios. Y afirma también que
es un arte, una disciplina teoríca-práctica que precisa de unas facultades y
conocimientos previos. Para los periodistas es interesante cultivar este arte para
comunicar con veracidad, pero también con cierta persuasión; para que el lector
sea capaz de aprehender no sólo los hechos narrados, sino también el sentido
profundo de la noticia o el hecho comunicado.
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