He estado
dos tardes con Ryszard Kapuściński. Me ha contado algunos de los secretos del
periodismo. Me ha hablado en silencio, a través de las palabras que recoge el libro Los cínicos no sirven para este oficio.
Yo, ahora,
voy a responderle, cuestionarle y comentar sus afirmaciones. Sé que él no va a
poder escucharme, pero es parte del juego literario.
La
realidad corteja a la fiction (de la que habla John Berger en Los
cínicos no sirven para este oficio) y convierte este texto en un
juego del periodista que puede hablar con el maestro, Ryszard Kapuściński, de tú a tú, con el
imaginario enriquecido después de haber leído sus entrevistas.
El libro es un manual o clase magistral sobre periodismo. Pero no una
clase teórica o un manual de instrucciones dogmáticas. Kapuściński habla del
periodismo desde las entrañas, desde su experiencia como profesional rendido a
la ética y al deber de informar. Kapuściński es un periodista comprometido con
la verdad, con la difusión de la injusticia social, con la oportunidad de dar
voz a aquellos que no la tienen…También David Randall, habla de esto en El periodista universal y afirma que entre los objetivos de un
buen periodista está el de “Confortar a los débiles y atacar a los
poderosos, dando la oportunidad de expresarse en público a quienes normalmente
no la tienen”
Los cínicos no sirven para
este oficio se compone de tres entrevistas (o
diálogos) entre Ryszard Kapuściński, los
periodistas y escritores que le entrevistan (María Nadotti y Andrea Semplici y John Berger) y el
público asistente a dos Congresos celebrados en Italia en los años 1994 y 1999.
No tiene pues una estructura global y cada una de las tres entrevistas se
centra en un ámbito (o tema) específico. El periodismo sería el leit motiv de todos ellos si se tratase de una obra de ficción.
Así pues, en la primera entrevista realizada por María Nadotti, se
insiste en la cuestión de “periodismo vivido” o como cuestiona María “una actividad periodística marcada por una
opción ética muy fuerte y por la necesidad del riesgo, de la experiencia
directa y de la compenetración”.Responde Kapuściński que el trabajo del periodismo “ocupa toda nuestra vida”, y que hay que estar totalmente dispuesto para
convivir con la profesión las veinticuatro horas del día.
- Sr. Kapuściński, estoy totalmente de acuerdo con
usted. Sé que no es ortodoxo utilizar la primera persona en un texto
periodístico, pero es este un artículo de opinión, y me permito por ello hablar
en primera persona. El periodismo no es una profesión, es una vocación. Implica,
por lo tanto, un sacrificio voluntario de una parte de nosotros mismos, como
usted dice, para entregarse de pleno a ella. Por otra parte, Sr. Kapuściński,
también estoy totalmente de acuerdo en su afirmación de que hay que estar
formándose continuamente. ¡Y más en los tiempos que corren, en que los avances
tecnológicos nos obligan a estar alerta constantemente! Pero no sólo hay que
seguir actualizando los conocimientos informáticos y los medios que se utilizan
para manejar la información; creo que hay que enriquecerse de cultura, de arte,
de filosofía, de historia… todo aquello que nos abre el conocimiento, nos ayuda
a comprender mejor la realidad de la que debemos informar. Me repito
constantemente: cuanto más sé, más me doy cuenta de lo que me queda por
aprender, y más quiero saber. Creo firmemente que la inteligencia debe
cultivarse mediante la reflexión y el pensamiento, pero para ello es primordial
la lectura y el estudio constante, la curiosidad por saber. El mismo autor al
que antes me he referido, David Randall, afirma que a los buenos reporteros “la curiosidad compulsiva es lo que les hace
grandes periodistas, les anima a descubrir constantemente nuevos conocimientos
y experiencias de otros…quienes leen mucho y bueno tienden a absorber…el
conocimiento y los horizontes mentales (el legado vital de esa lectura) se amplían
constantemente”
Pero volviendo al tema de
la actuación en el periodismo, afirma usted, Sr. Kapuściński, en el libro que
nos ocupa, que “para ejercer el periodismo hay que ser, ante todo, buen hombre o buena
mujer”. Y añade que: “las malas personas
no pueden ser buenos periodistas”. Permítame advertir en usted cierta
ingenuidad…en los tiempos que corren, ya no somos muchos los que creemos en la
bondad de las personas. Y digo somos, porque me incluyo entre ellos, creo que
para ser buen periodista hay que tener la ética y el humanismo (no como
corriente filosófica sino como actitud vital integradora de los valores
humanos, tal y como define el Diccionario de la Real Academia Española de la
Lengua) por encima de cualquier actuación que se nos presente como
profesionales. Aunque también hay buenos periodistas al mando de algunos
periódicos que… ¿Quién decide si son o no buenas personas? ¿Dónde está el
baremo, Sr. Kapuściński, que mide el límite de la bondad? Es ahí donde creo que
es usted un poco ingenuo, como yo, al realizar tal afirmación. Lo bueno o lo
malo suele ser subjetivo en función de la situación, del medio, de las
características que rodean al momento, a la propia información. Ha de haber un
mínimo de intencionalidad informativa donde el objetivo ha de ser ético, justo
y humanitario, pero también es cierto que ese límite se mueve constantemente y
la mayor parte de los periodistas están obligados por el medio en el que
trabajan a realizar informaciones seccionadas…y no creo que por eso se puedan
calificar como “malas personas”. Por otra parte, habla usted de cinismo. Cínico
es, según la RAE, aquel que practica la "desvergüenza en el mentir o en la defensa y práctica de acciones o doctrinas vituperables". No puedeo imaginar un cínico ejerciendo el periodismo, en eso estamos de acuerdo. Aunque fue usted víctima de esta acusación, precisamente, cuando su compatriota Artur Domoslawski publicó su biografía... y sembró la sombra de la duda.
Por otra parte, admiro la
elección de vida que usted hizo, aunque quizás fueron las circunstancias, que como
a todos nos llevan de aquí para allá…de introducirse, y nunca mejor dicho, en
un modo de vida único y exclusivo para el periodismo. Vivir en los lugares y
con los lugareños para interpretar su realidad… ¡eso es buen periodismo, eso es
admirable, Sr. Kapuściński! Además, tratándose de lugares poco cómodos (por
calificarlos de alguna manera), en el Tercer Mundo. El coraje para decidir
estar al lado de los pobres, para dar voz a sus necesidades, para sembrar
alguna esperanza donde no la hay…es el más grande de los periodismos
posibles...el de las buenas personas. Dice usted que “esa gente no se rebelará nunca, así que necesitan que alguien hable por
ellos”. Eso es generosidad y humanismo; tal como usted afirma “todos ellos son nuestros hermanos y hermanas
pobres”. Hay muy pocos periodistas que tomen la decisión de ejercer ese
tipo de periodismo pero hemos de reconocer que es necesario también el
periodista que nos informa de cómo está la prima de riesgo o de la intervención
del Banco Central Europeo en tal o cual país. Y éstos, también realizan una
labor importante, menos sacrificada en cuanto al modo de vida cotidiano y
comodidades diarias, pero es también periodismo.
Sr. Kapuściński, estaría hablando con usted horas y horas, me encantaría
tener su réplica a lo que he comentado pero esto es sólo artículo a modo de juego literario. Quedan en el tintero cuestiones que he leído sobre usted
y me hubiese gustado comentar, como su experiencia
en África o la Unión Soviética, la polémica creada por la publicación de su
biografía, sus inicios como poeta; discutir conceptos como la independencia del
periodista, la dicotomía entre historiador y periodista como relator de la
historia, la subjetividad implícita por el conocimiento adquirido, literatura y periodismo, la fitcion y la non fiction…pero como usted mismo dice “el periodista tiene que hacer una selección dramática…en una
descripción breve y muy simplificada”.
Y como usted afirma, señor Kapuściński, “La vida
y, por tanto, la realidad del mundo, están en el medio, no en los extremos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario