Escucho en los informativos de radio y televisión, y leo
en algunos diarios digitales, la expresión “partidos emergentes”, refiriéndose
a los nuevos partidos Podemos o Ciudadanos. Y me río. Y me disgusto, claro.
Pues de nuevo, el lenguaje está en manos de los medios de comunicación para
calificar y designar… erróneamente. Emerger, es un verbo intransitivo que en el
Diccionario de la Real Academia Española de la Lengua se define como “Brotar, salir a la superficie del agua u otro
líquido”. ¿Podemos emerge de algún río o mar? ¿Ciudadanos brota a la
superficie desde el fondo de algún pantano?
Ambos
partidos, cada uno en su línea de pensamiento y política, provienen de movimientos
que representan a hombres y mujeres, aunque en cierto modo estaban sumergidos
en la desesperanza y la indignación. Pero no son cuerpos líquidos. Esperemos
que no sean tampoco las sociedades líquidas que Baumann nos define,
sino que sirvan de cimiento para efectuar un cambio sólido y duradero. Los
líquidos cambian de forma indefinidamente, no tienen forma, de hecho. La modernidad líquida convertiría a estos
nuevos partidos en demasiado inmediatos, incluso escurridizos y diluyentes. En
una sociedad globalizada y, en cierto modo líquida por sus cambios constantes, tal
como afirma Baumann, el poder es global aunque la política sea local. El reto
de los nuevos partidos, que no son emergentes, sino natos, es convertir esa
política local en un reto al poder global. Difícil tarea.
Como
nuevos, están todavía estableciendo sus bases, que no pueden ser líquidas,
aunque sí flexibles, para poder moldear los cambios sin traumatismos y como
parte de una evolución necesaria. Surgen, provienen, pero no emergen.
Esperamos, eso sí, que discurran y fluyan como una masa que arrastre toda la
podredumbre anterior. Y renueven. Políticas y maneras.
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