Comencé a leer Una noche de Reyes (Destino, 2025) gracias a Eva Cosculluela (@portadoresdesuenos) y su club de lectura feminita Sin género de dudas que lleva ya cuarenta sesiones en colaboración con el Vicerrectorado de Cultura y Patrimonio de la Universidad de Zaragoza. Ayer, la autora Noemí Trujillo (Barcelona, 1976), compartió palabras y pensamientos con lectoras y lectores. Fue una tarde estupenda.
Ella se define como poeta, más que como escritora, pero con esta obra queda evidente su capacidad para transmitir a través de la narrativa. Y digo narrativa porque Noemí narra, relata, escribe, atrapa al lector, en un libro de difícil catalogación. Una noche de Reyes se presenta como una novela de autoficción y, sin embargo, es mucho más que eso. Hay, además de magia y fantasía, un riguroso estudio sobre nueve autoras que ganaron el Premio Nadal en el pasado siglo XX. Carmen Laforet, Elena Quiroga, Dolores Medio, Luïsa Forrellad, Carmen Martín Gaite, Ana María Matute, Carmen Gómez Ojea, Rosa Regás y Lucía Etxebarría, la única que sigue viva de todas ellas y que no se presenta como un fantasma.
¿Fantasmas? Sí, pero fantasmas que traspasan la inmaterialidad: conversan con Noemí, fuman, beben e incluso le dan obsequios. Un diálogo sobre sus obras, sus personajes, sus procesos creativos que discurre la noche de Reyes, la misma en que se entrega el Premio Nadal. Esa magia fantasmagórica no le resta interés al contenido que, como he mencionado, aporta un estudio exhaustivo de sus obras, les plantea cuestiones y establece similitudes y sinergias entre los personajes y las tramas. Un deleite para lectoras que, como yo, admiramos a Laforet, Martín Gaite, Matute y Regás, aunque confieso, tal como le apuntó el editor cuando la autora le presentó la obra, que no hemos leído obras del resto. Pero me gustan los libros que te llevan a otros libros y con la lectura de Una noche de Reyes ha crecido mi lista de "pendientes" : Viento del norte, Nosotros, los Rivero, Siempre en capilla... No sé si estarán descatalogados, es una pena como el mercado editorial se engulle a sí mismo. Empezaré por Primera memoria de Ana María Matute de la que sí he leído otras obras, entre las que destaco Olvidado Rey Gudú (Destino, 1996).
Tampoco había leído yo a Noemí Trujillo. Después de conocerla, ya tengo encargado en una de mis librerías favoritas su libro de poemas Este bosque inmenso (Olé libros, 2021) del que creo que leyó un fragmento ayer impregnando el Aula Magna del Paraninfo de la Universidad de Zaragoza de emoción y poesía.
Cuando la saludé para que firmase mi ejemplar de Una noche de Reyes le confesé que no había terminado su libro (lo devoré en dos días, pero me faltaban unas páginas). Quise decirle que desde el inicio de la lectura había sentido una conexión muy cercana con ella y con lo que narraba: compartimos muchas experiencias vitales. Era como si la conociese muy a fondo pues había muchas similitudes en nuestra trayectoria. Desde nuestra procedencia barcelonesa, la menos importante quizás, pero marcada por un exilio voluntario que nos obliga ahora a visitar nuestra ciudad como turistas («y eso duele», dijo), hasta la palabra más temida: cáncer. Con los años te acostumbras a que no asuste, pero al principio acojona. Ambas tenemos antecedentes familiares y cuando lo sufres en carne propia es invitable temer lo peor. Por otra parte, ambas hemos forjado nuestra creatividad literaria a fuerza de localizar y transformar la habitación propia una y otra vez, y así varias cuestiones más. No desvelo nada que ella no cuente en ese libro mágico y desgarrador al mismo tiempo. Los tumores que nos extirpan nos degarran, sí, nos alejan de la vida y el pensamiento, algunas nos quedamos vacías. Hasta que la herida cicatriza y con los años se desdibuja en la piel, diluida entre decenas de arrugas que el paso del tiempo nos regala. Es ese un obsequio maravilloso que constata que seguimos vivas, pasan los años y los días ven como la enfermedad se agazapa. Siempre persiste como una amenaza, claro que sí, pero cuanto más tiempo transcurre menos piensas en ello. Incluso te acostumbras a dar consejos a quien está todavía atrapado en la telaraña, le dices que podrá liberarse y al cabo de cinco años o diez o treinta será tan solo un recuerdo.
Algo parecido me ocurrió con Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) y sus formas del querer. En ese libro la anorexia estaba escrita desde la sinceridad, como la supervivencia, la familia, la vida de nuestros abuelos, padres, el pueblo... ¡cuánto encontré en aquel libro que yo también había vivido! Y se lo dije, claro. Las formas del querer (Destino, 2022) también obtuvo el premio Nadal. Noemí dice que le gustaría ganarlo. A mí también. Ojalá algún día podamos celebrarlo las tres juntas, aunque seamos fantasmas.
Con todo esto llego a una conclusión. Cada uno creemos que lo que nos ocurre es excepcional, digno de ser escrito y contado, en forma de novela o autobiografía. Luego te das cuenta de que a muchas personas les ocurre lo mismo, sienten lo mismo, lo lees en libros de otros autores, te identificas con los personajes porque lo has vivido igual que ellos. No es exclusivo. Conclusión: no es tan importante lo que se narra, sino como se narra, pasar de lo particular a lo universal con la voz, el tono, la estructura y el ritmo que aporte al texto calidez literaria, conexión con el lector. Noemí Trujillo lo consigue en Una noche de Reyes.
Se pregunta la autora muchas cuestiones. incluso cuál es su discurso como escritora, si aporta algo o no. ¡Claro que sí! Es un libro valiente, que abre en canal su propia experiencia y la muestra al lector sin disimulo, que se enfrenta a los fantasmas de una niñez solitaria y que nos regala la magia de otros fantasmas, las escritoras admiradas, pensamientos shakesperianos y mucho amor. He encontrado mucho amor en este libro. Amor a la literatura, amor conyugal (Noemí escribe también sobre la relación con su marido, el escritor Lorenzo Silva (Madrid, 1966), con el que comparte no sólo la vida sino también algunos libros publicados a cuatro manos), amor a Barcelona, amor a sus hijas, amor a su abuela, a su padre. Y a su madre, a pesar de todo.
"¿Cómo se perdona a los muertos? ¿Como se cuida de un amor ideal para que no se quede nunca desatendido? ¿Cómo se consigue ser feliz aceptando lo que eres? ¿Cómo se mantiene a lo largo de los años el equilibrio entre tu malestar y tu bienestar?" Una noche de Reyes, página 250
No desvelo más. Es necesario que leáis este libro. Os va a encantar. Es un libro raro, quizás, como la chica rara Andrea, la protagonista de Nada (Carmen Laforet, 1945), que dejó la calle Aribau de Barcelona sin llevarse nada. «Al menos así creía yo entonces», dice Andrea. La importancia de la última frase, que inspiró a Noemí Trujillo, y que en Una noche de Reyes escribe como un poema de verso único. Belleza literaria de la que no quiero hacer espoiler. Leedlo y releedlo al acabar el libro.
Ayer tuve la suerte de hablar con Noemí un par de minutos mientras me dedicaba el libro. Siempre me parece que hay que callarse cuando el autor piensa las palabras y escribe en la página de cortesía. De hecho, cuando yo firmo en la feria o en las presentaciones, agradezco el silencio. Me hubiese quedado buen rato con ella charlando, intercambianddo impresiones literarias y compartiendo paralelismos vitales, pero tampoco quise copar el tiempo de las decenas de lectoras que hacían cola detrás de mi. No le pedí un selfie porque sé que no le gustan. En la dedicatoria que no transcribo completa, escribió "Para Aurora, mi gemela literaria". Un orgullo que me sobrepasa. No puede haber más belleza y más poesía. Gracias.
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