La vida es a veces entrañable, tierna, amable. Pero también cruel y desgarradora. Tiene instantes divertidos, poblados de felicidad y otros muy dolorosos que atacan el alma de cada uno de nosotros tarde o temprano. Todo eso puede encontrar el lector en Un martes cualquiera, una serie de relatos con los que Laura Latorre Molins se presenta como escritora. Y es que esta joven periodista escribe vida. Vida y muerte, dicha y pesadumbre, pensamiento y sinrazón. La autora muestra esos recovecos que la propia vida a veces oculta, por vergüenza, por injusticia, por pudor, pero que forman parte de la existencia, incluso a veces de la cotidianidad más cercana.
Los silencios no existen, todo está dicho en cada una de las frases, no sobran metáforas ni hay ñoñerías, los sentimientos de amor y de odio son tan reales como el lenguaje sencillo y correcto que los describe. El ritmo se ajusta a la necesidad de cada historia y esconde secretos narrativos con desenlaces, unas veces esperados y otras sorprendentes. La voz de la escritora está presente pero la narradora se viste con cada uno de sus personajes, dando paso a la primera persona en casi todos los relatos creando así un nexo de cercanía con los hechos que acontecen.
Escribir cuentos implica condensar, elegir lo
realmente importante, nada sobra, todo es esencial. Laura Latorre se muestra
muy cómoda en el género y juega con la longitud de los relatos, los hay de
media página y los hay de cincuenta. Un magnífico ejercicio literario con el
que deleita al lector. Párrafos que provocan congoja, otros una inevitable
sonrisa, otros incluso indignación, pero ninguno indiferencia.
Hay perlas muy valiosas que
prometen un joyero futuro para esta joven escritora que voy a seguir muy de
cerca.
Gracias, Laura, por escribir. Fue un martes cuando me firmaste el libro, no un martes cualquiera, sino uno que recordaré siempre.
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