Primero: nos interesa a todos y a todas leer este magnífico libro en el que Sergio indaga en su propia biografía y en sus raíces para convertir lo propio e íntimo en una historia de interés público y universal. Esa universalidad nos llega a través de unos personajes que proyectan una época, un país, una historia que se convierte en Historia; en ella estamos y nos reconocemos todos, con datos y situaciones reales, con sentimientos y descripciones que entendemos, por ser propias, de cada lector. Está la ciudad y el pueblo, lo de dentro y lo de fuera, Sartre, Buñuel, Sender, Chavela Vargas y Pau Casals, desde el silencio. Todos venimos de ese “silencio español, de la vergüenza y del déjalo estar”. Vaya, que sí que nos importa. Con Lo que a nadie le importa, nos situamos en el frente de la Guerra Civil, en la posguerra y en los años posteriores de franquismo. Una España que para José Molina, el protagonista y abuelo del autor, es tan gris como verde (entró a trabajar en El Corte Inglés y allí estuvo hasta que se jubiló), es cicatrices y silencio, es aspereza y dignidad.
Segundo, que no es más que una consideración del primer apunte: a mí me importa, y
debería importarle a todos y todas, identificar nuestro presente y proyectar
nuestro futuro conociendo nuestro pasado. Así, coincido con el autor en la
importancia del abuelo como hilo conductor, como un
testigo que marca nuestra existencia. Y por eso, en una novela que pronto va
salir a la luz, yo también incluyo un abuelo al que la protagonista tan apenas
ha visto, pero que conoce tan bien como a ella misma pues forma parte de su ser. En el caso de Lo que a nadie le importa,
el abuelo es el protagonista y a través de él visitamos una España que luego se
convirtió en la España Vacía y adivinamos
también La piel, incluso Contra la España Vacía. En este libro está el germen
de la escritura de Sergio del Molino y en su abuelo está lo que nos importa a todos.
Tercero, me importa y proclamo mi
admiración por ese estilo que yo bautizaría como realismo ácido. Una escritura
plagada de humor negro que a veces resulta incluso escatológico pero necesario
para no recrearse en el dolor y en un sufrimiento que, de otra forma, convertiría
el texto en pesadumbre por la brutalidad de la realidad narrada. A veces, deriva
incluso en una aspereza satírica que podría asemejar insensibilidad pero que es todo lo
contrario, como el abuelo Molina, es pura supervivencia a la aceptación del
horror. Las metáforas y el lenguaje transparentan una humanidad y bondad
disfrazada…. Hay que joderse
Lo que no me importa y quizás por eso sea lo que menos me gusta del libro son las confesiones íntimas del adolescente melenudo que se refrotaba contra las paredes ásperas de una realidad inquieta. Aunque se sitúa en el contexto, podría haber evitado detalles. Y como él no se calla cuando algo no le gusta, pues yo tampoco, no por emularle, que jamás osaría ni siquiera a compararme con él.
Pero
vaya, que me atrevo a reseñar Lo que a
nadie le importa para darle la importancia que merece, porque es una prosa
tan entretenida como inteligente y porque quien dijo “De ti no quiero ni que me
cierres los ojos” está en muchos de nosotros y en nuestra propia historia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario