Por qué la historia que cuenta viene del miedo pero Miguel Ángel Oeste ha sido valiente al escribirla, al convertir en literatura retazos de su dolor. El autor se desnuda y, a oscuras, abre la puerta para que la luz guíe su escritura, una luz que en el fondo es esperanza. Desde una infancia rota y una adolescencia de superviviente, el protagonista alcanza una madurez que le otorga serenidad y amor por la vida. Eso es en sí mismo la forja de un carácter valiente, el que viene del miedo, aprende primero a convivir con él y luego a vencerlo.
Convertir el miedo en luz, la oscuridad en vida y el dolor el
literatura. No hay exhibicionismo, hay elegancia a pesar de las imágenes duras
y desgarradoras que, casi de manera cinematográfica, el lector visualiza en la
pantalla de su pensamiento. Tuve que dejar de leer en más de una ocasión, hacer
una pausa, levantar la vista de las palabras y cerrar el libro para asimilar el
desgarro y vencer el miedo. Yo también quise matar al padre. Pero la narración está tan bien hilada que en la
siguiente página la historia te obliga a continuar. No hay morbo posible. Son
el dolor y el desgarro los que argumentan, desde el miedo, y también desde el
odio y desde el amor.
Recordé los hermanos Claus y Lucas de Agota Kristof, pero en Vengo de ese miedo no hay
guerra ni engaño ni maldad en los niños; aquí están huérfanos de amor y de
atención, en una época y un país que vivía también en el miedo.
En la presentación del libro en Zaragoza, Oeste afirmó «Reivindico que es un libro abierto, luminoso y esperanzador». Lo es, a pesar de la crueldad bárbara. También afirmó que «la memoria es personal y cada uno construye la realidad a su manera». ¿Qué es la verdad? Ficción, realidad, memoria. Todo lo que existe. Por encima de todo la literatura y, todavía más por encima, la vida.
En la dedicatoria de mi ejemplar el autor me deseó "esperanza" de que tras la lectura de este libro terminasen mis miedos y pudiese explorar mis propios fantasmas. Tengo muchos miedos y fantasmas y me he dado cuenta de que, al lado de lo que vivió el protagonista de esta novela, los míos son como los del logotipo Ghostbusters, blancos, redonditos, sonrientes y regordetes. Los venceré, sin duda, escribiendo, leyendo.
Gracias por escribir, Miguel
Angel. Este libro hay que leerlo. Recomiendo cien por cien. Por nosotros, por
nuestros hijos, y por los hijos de nuestros hijos.
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