Se estrenó esta semana, no en salas de cine sino
directamente en plataforma de televisión de pago. Y mucho se habla y
escribe estos días sobre Blonde (A. Dominik, 2022): unos alaban la película y otros
echan pestes. En lo que sí está de acuerdo todo el mundo, es en que Ana de Armas (Santa Cruz del norte, Cuba, 1988) está sublime en su
interpretación y que apunta a Oscar. Yo también coincido. Hay momentos en que
parecía que Marilyn Monroe había resucitado y fuese ella misma la que estaba al
otro lado de la pantalla.
Fotograma de Blonde |
La mezcla de ficción y realidad siempre suscita la duda de
hasta dónde es cierto lo que cuenta porque al final siempre nos queda en la
retina lo que vemos en pantalla y la ficción se apodera de lo que en verdad
ocurrió. Al hilo de esto, no creo que la familia Kennedy esté muy satisfecha con
lo que muestra pero no quiero hacer spoiler.
Mi opinión en cuanto al resto es dispar. Por un lado, el
film me atrapó como espectadora y, a pesar de que el metraje es excesivamente
largo, llegué al final. Eso sí, he de confesar que lo vi en dos veces, como si
de una serie capitular se tratase. ¿Cuándo realicé el corte para continuar al
día siguiente? Pues por si alguien le sirve de orientación, casi justo en la
mitad, cuando Marilyn conoce al escritor Arthur Miller, el que sería su tercer marido.
Más allá del recorrido sentimental de la actriz, la historia se centra sobre todo en los traumas y tormentos de Norma Jeane, la mujer que había detrás del personaje, al que ella misma tanto odiaba pero que había consentido en construir para pasar de ser modelo a ser actriz. El film arranca cuando siendo niña fue llevada a un orfanato por tener una madre desquiciada y un padre ausente y pronto muestra los abusos que sufrió (algunos dicen que consintió) para conseguir su objetivo de ser actriz. La película presenta una mujer débil pero también una mujer apasionada, libre en su sexualidad (su entrega a la propuesta de Cass Chaplin y Eddy G., los hijos de Charles Chaplin y Edward G. Robinson todavía se tilda de pura ficción), cuyo principal objetivo es que la valoren por lo que es y no por la imagen que se ha creado de ella. Repite muchas veces «no quiero ser Marilyn», ese sex symbol que enloquecía a los hombres y era admirado e imitado por las mujeres. Ella era Norma Jean, según quiere destacar el director Andrew Dominik (Wellington, Nueva Zelanda, 1968), una mujer sensible, inteligente, que leía desde Chèjov a Camus o Joyce (se dijo que dejó una biblioteca particular poblada de cientos de libros), que pretendía conseguir papeles acordes a ese perfil, descubrirse a sí misma en ellos y no quedarse en la imagen rubia, frívola, tontina y provocadora.
No
sé hasta qué punto fue ella la inspiradora del estereotipo chica rubia y guapa
igual a tonta que durante décadas se extendió por doquier pero estoy convencida
de que su aparición en Los caballeros las prefieren rubias (Howard Hawks, 1953) fue el detonante. Y ella se convirtió en icono sexual, en objeto de deseo
que durante el rodaje de La tentaciónvive arriba (Billy Wilder, 1955) desató la ira de Joe DiMaggio, su marido
entonces, celoso de que tantos mirones se deleitaran «viendo la entrepierna» mientras
su falda blanca volaba al ritmo del chorro del aire del metro en una acera
de Lexington Avenue en Nueva York.
Marilyn Monroe en 1955 durante el rodaje de La tentación vive arriba |
Provocación es lo que Andrew Dominik utiliza como recurso en la película. Su propuesta estética combina el blanco y negro con el color, cambia el formato de tamaño de pantalla, e inserta planos con puntos de vista que suscitan una situación incómoda para el espectador, obligándole a reconsiderar su capacidad de contener la náusea.
Aquella Marilyn de Con faldas y a lo loco (Billy Wilder, 1959), la que hemos visto cantar Happy birthay al Presidente de los EE.UU, la que luego Andy Warhol coloreó a partir de una imagen de Niágara (Henry Hathaway 1953), aparece en Blonde vulnerable, sola, atormentada y víctima de su propio personaje hasta caer en picado por la rampa del alcohol y las drogas.
Existen muchas biografías y documentales que intentan
averiguar y mostrar como Norma Jeane se convirtió en Marilyn Monroe. Con motivo del 60 aniversario de su muerte, se estrenó Descubriendo a Marilyn (
Michèle Dominici, 2021), que analiza esa transformación
y denuncia el abuso de la industria sexista que dominaba el cine en los
años 50.
Qué me gusta de la película Blonde: como he dicho ya, la magnífica
interpretación de Ana de Armas. La fotografía es espectacular, aunque me
despista y todavía no he comprendido el criterio para la elección del director
del blanco y negro o el color, ya que a veces son las mismas secuencias que
combinan ambos. Quiero interpretarlo como una cuestión de concepto, de mostrar
la estética de los años 50 y 60.
Qué no me gusta: los excesos, aunque en Marilyn hubo muchos. Exceso de asco, vómito, sangre, naúsea. Pero sobre todo el exceso de llanto, el
exceso de infantilización de la mujer y el exceso de debilidad, casi como una
mirada masculina sobre el personaje.
Claro que en el fondo, el mito, la fotografía que todavía
persiste de Marilyn, lamentablemente es eso. Y los mitos siempre tienen
alrededor un aura de polémica. Como Blonde, que desmitifica a Marilyn para
mostrar a Norma Jean y desmitificar el mito es quizás lo que más molesta. Disponible en Netflix.
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