Casi siempre, cuando se piensa en
un hombre de campo, se asocia a una imagen ruda y poco sensible, como si en el
medio rural la vida y la costumbre le obligasen
a uno a ser parco y bruto. Y no digo que no sea todavía una realidad más habitual
de lo que convendría. Pero rompiendo esos esquemas, Antoni Pau i Sans (Arbeca, 1922) —Tonet—, ha cultivado el gusto por la cultura. Tanto que su
inquietud intelectual le llevó a participar
en diversas publicaciones y estudios sobre la historia de su localidad natal,
Arbeca,
en la comarca de Les Garrigues (Lleida) y a promover a finales de los años
cincuenta la creación
de una biblioteca que fue privada antes de pasar a ser municipal en 1982. En el 2014, a sus más de noventa años, se animó
incluso a escribir un libro: Incompletes memòries: Records d’un tram de
la meva vida (1930-1950)
Escrito en lengua catalana, el
texto es un compendio de sabiduría popular y testimonio en primera persona de
la historia reciente del siglo XX. Así, narra su experiencia infantil los días
de la proclamación de la II República en 1931 cuando él tenía solo nueve años,
pero con las reflexiones del hombre que escribe ya en su madurez, “Al caient de la tarda”, como dice en uno
de los poemas que cierran el libro. Antoni Pau recuerda otros acontecimientos de la guerra
civil española y describe las jornadas propias de labores de campo como la
siega o el trillado, estableciendo una narración paralela entre la vida
cotidiana en un pequeño pueblo y el estallido de la contienda que irrumpió
inesperadamente en su camino. También es testimonio de su paso por el
reclutamiento militar con destino en tierras marroquíes durante la II Guerra
Mundial y luego en las montañas pirenaicas en misión para frenar el ataque del
maquis; el lector acompaña a Tonet en
su viaje en barco desde la arena caliente de AlcazarSeguer hasta la nieve fría del port de la Bonaigua. Con sencillez y precisión, narra algunos
hechos de su largo servicio militar de tres años. En el último capítulo
describe su enlace con Ramona y ahí finaliza la historia. A partir de los años
cincuenta llegaron sus hijos, y deja en sus manos la posibilidad de que ellos
escriban la continuación de esta biografía tan entrañable.
La obra es una oda a la amistad,
al amor familiar, a la sensatez y a la libertad de pensamiento. Con humildad y
sinceridad, Antoni Pau se transparenta en sus palabras revelándose como ejemplo
de hombre de Fe cristiana que llama a la Paz, con mayúsculas y no ejerce juicios
vanos, sino que se posiciona tras la reflexión serena e independiente.
Hombre libre, honesto con su
conciencia y su moral, que no juzga por servidumbre a ideologías, sino por su
fidelidad a la mayor convicción del ser humano: hacer el bien y no el mal,
respetar al prójimo. Siempre desde un sentir religioso profundo y sereno que le
ha acompañado durante toda su vida, así como el buen humor y el optimismo que
brilla en los renglones de cada frase.
Aprendió a escribir con lápiz y plumilla y ahora relata desde aquel tintero su experiencia inteligente de la tierra y de la vida. Con un sencillo pero elegante
lenguaje, la sensibilidad está presente en cada uno de los capítulos. Por mi
parte, que no soy lectora habitual en catalán, he de confesar que en las partes
donde narra las labores de campo tuve que acudir al diccionario para desvelar
el significado de muchas palabras (aperos, herramientas, útiles y acciones) que
son un legado a considerar pues ya no se utilizan y las nuevas generaciones
urbanas seguro que tampoco las conocen.
Tonet es un hombre de fuertes convicciones religiosas y así queda reflejado
en su narración. Hombre de campo, hombre bueno, hombre culto, que se ha hecho a
sí mismo. Lo comparo con otros agricultores que conozco, de su misma edad, que
jamás han leído un libro y que tan apenas saben coger el bolígrafo para firmar
torpemente. Tonet nunca salió de su
pueblo (para estudiar o trabajar en otra ocupación, a excepción de sus tres
años de servicio militar en que desempeñó tareas de oficina) y siempre ha
trabajado sus tierras de secano y regadío, olivos y almendros. Ha dedicado
jornadas de sol a sol a labrar, sembrar, segar, trillar, podar, recoger los
frutos, o cuidar los aperos. Y sin embargo, imagino que sacó tiempo para leer a
ratos y escribir. Por eso muestro mi admiración tras la lectura de este
libro, compendio de sabiduría popular de un hombre sencillo, bueno y culto que
pronto cumplirá cien años.
Gracias, Tonet, por compartir su experiencia con nosotros. Me enorgullece y
presumo de tener un “tiet de llet”
ejemplo de honestidad y sabiduría.