Hoy estaríamos regresando de Croacia.
Pula, Krk, Plitvice, Zádar, Dubrovnick… Otra vez será. Solemos viajar en las
dos primeras semanas de mayo, y siempre cuelgo en Facebook fotos que ahora me
aparecen todos los días en mi perfil recordándome lugares y momentos
maravillosos. Más allá de los vuelos cancelados y las anulaciones de las
reservas de alojamientos, esta pandemia ha cambiado nuestros planes y ha
restringido nuestros movimientos para evitar la difusión del virus Covid-19.
Personalmente llevo ya confinada 67 días, uno mas desde que comenzó el estado
de alarma, y sin salir a pasear aunque en el municipio donde me encuentro ya se
puede desde el 2 de mayo. Y es que, precisamente ese día, pasé por el quirófano
por una urgencia que me sobrevino (no coronavirus). Lenta recuperación desde
entonces en la que me resultaba imposible hacer nada, ni ver cine, ni leer, ni
escribir tampoco. Veo la última
entrada de este blog que se titula Nunca
pasa nada y hablaba también de confinamiento y cine. A veces el orden de
las cosas se precipita. Hoy, casi un mes después, con un día espléndido y la
primavera ya avanzada, creo que finalmente podré salir a estirar un poco las
piernas. Y agradezco, a pesar de todo, a la vida, que pueda hacerlo. Igual que
le agradezco que me permita escribir estas líneas, no sin cierta dificultad. Pero
quejarse no lleva a ninguna parte, sino al estado más negativo al que podríamos
llegar.
Lamentarse por lo que se podría
haber hecho tampoco. No he podido ver ni leer pero sí escuchar. Protestar es un
derecho, claro que sí, pero hacerlo para sacar rédito político me parece poco
ético y amoral, por calificarlo de una manera educada. Me indignan algunas
conductas. Y algunos discursos; utilizar los casi 28.000 fallecidos en nuestro país
como arma arrojadiza es ruin. Yo creo en la buena voluntad de las personas y
todos cometemos errores, más aún cuando nos enfrentamos a lo desconocido. Estamos
en una situación que jamás hubiésemos deseado y algunas películas que
calificábamos de fantásticas imaginaban como Contagio (Steven Soderbergh,
2011). Pero la ficción se ha convertido
en realidad y toca asumirlo y trabajar juntos. Cada uno desde su pequeñita
parcela. La mía, en estos momentos de convalecencia, es escasa. Así que lo
único que puedo aportar es el consejo de ser respetuosos, generosos, positivos
y muy prudentes en nuestras salidas, en nuestras acciones cotidianas. Saquemos
esa buena voluntad en la que creo; trabajemos juntos para afrontar cada una de
las fases. Esa nueva normalidad que
nos espera será diferente y no podemos pretender volver a vivir enseguida como
lo hacíamos en la primavera y el verano del 2019. Asumir y entender eso será
parte de la recuperación de toda la sociedad y lo más útil para que no surjan
nuevos brotes que puedan paralizar de nuevo nuestro sistema sanitario. Todos
hemos de aprender de esto y ser positivos en nuestra responsabilidad social,
que comienza con nuestra responsabilidad individual. Y austeridad, tan olvidada
en nuestra sociedad de consumo globalizada. Ella debe ser una de nuestras
mejores aliadas. Austeridad en todos los sentidos. Como un modelo y método que
acompañe nuestras acciones, nuestros movimientos, nuestras declaraciones. Que
no es lo mismo que resignación. Hay que moverse, sí, en todos los aspectos
sociales, económicos, culturales, etc.
Y Croacia estará ahí dentro de un
año, o de dos, o de tres. Seguro que en algún momento podremos visitarla y esta
guía que adquirimos en febrero para organizar el viaje seguirá en mi
estantería, como un recordatorio de lo que podemos y debemos hacer y no hacer. En positivo.
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