“Lo principal para escribir es dejarse llevar” afirmó ayer Antonio Muñoz Molina (Úbeda,1956) en el salón de actos del Patio de la Infanta Ibercaja en Zaragoza
en la conferencia bajo el título Instrucciones
para escribir una novela. El autor de El invierno en Lisboa (1987), Plenilunio (1997), Ventanas de Manhattan (2004) o La noche de los tiempos (2009) entre otros, fue presentado por Antón Castro, escritor también, poeta y periodista: "Es más que un escritor, es un intelectual", afirmó Castro, destacando también la condición de insuperable elegancia literaria y honestidad escritora de Muñoz Molina. Antón lo describió como “un contador de historias
y observador que piensa” y condujo el coloquio posterior formulando además las
preguntas de los numerosos espectadores que llenaron la sala.
Muñoz Molina hizo un recorrido por su
trayectoria como escritor y confesó que la máxima lección que podría dar es la
“experiencia de la incertidumbre” pues en la tarea de escribir es la propia
experiencia la que te enseña. “En cada caso el libro nace de una manera
distinta, a veces inesperada”. El escritor explicó que no ejecuta una estructura
previa ni un perfil de los personajes. Trabaja mucho las ideas, les da vueltas
y vueltas, incluso a veces algunos proyectos deben dejarse reposar hasta
“encontrar el hilo narrativo”. Porque “escribir
es dejar a uno le influyan las circunstancias”. Muñoz Molina reconoce sus
influencias primeras, cuando escribió Invierno
en Lisboa: "el cine negro, las películas de Hitchcock y el libro que este escribió tras sus conversaciones con Truffaut. Y reconoció haber admirado a Faulkner, en su estilo
narrativo.
El autor explico que aprendió
“la disciplina y los límites” cuando comenzó
a publicar sus primeros artículos, donde le exigían que debía ceñirse a
un número de palabras, ni más ni menos. Y confesó: “tenía terror a que no se me
ocurriera nada para el siguiente artículo” cada vez que lo entregaba.
Y sin pretenderlo, al contar su experiencia, no dejó de dar
consejos para escribir. Sondear antes de comenzar a hacerlo,
por ejemplo: “Si hay alguien que quiere leer lo que quieres escribir es posible
que lo hagas”. Para Muñoz Molina, “la clave de la novela es encontrar el
arranque” y el punto de vista. La primera frase. El narrador. Previamente hay
un proceso de preparación y documentación. A veces una novela tarda años en
salir, algunas ni siquiera llegan a ver la luz, afirmó. “Sentir que la
escritura tiene de ti, que te importa lo que cuentas”. Cree imprescindible “dejarse
llevar” en la primera parte, tanto en la extensión como en la propia escritura,
en un “proceso de abundancia”. Después “hay que enfrentarse a lo escrito” como un lector
exigente y en el proceso de corrección ha de primar la economía: “controlar
palabra por palabra, frase por frase”.
Luego contar con alguien que lo lea, “personas cualificadas” porque “el texto es un material de trabajo” y
habrá que corregir, casi siempre eliminar pues el escritor suele pecar de
extenso.
“El lenguaje del campo es preciso”, afirmó. Y por eso su
lenguaje no tiene "florituras", aunque sí una corrección y pulcritud excepcional.
Muñoz Molina no reniega de sus orígenes, de haber aprendido a contar historias
a través de la tradición oral de su círculo más íntimo en la niñez. Y también
reconoce que el haber vivido en EE.UU le aportó concreción en el lenguaje ya
que “la lengua inglesa es menos propensa a la retórica”.
De La noche de los tiempos dijo que era una gran superproducción, pero a diferencia del cine, escribir resulta mucho más barato. Que cuando ya llevaba casi 500 páginas escritas se dio cuenta que para tener rigor histórico al narrar aquello que directamente no ha conocido debía introducir en el narrador la incertidumbre. Maestría de pinceladas en alguno de los capítulos, de un libro que yo llevaba en el bolso para que me firmase.
Muñoz Molina confesó también que no le interesa la novela
histórica y que trabaja mejor por las tardes y que todavía le encanta escribir
en cuadernos y que se ha enamorado de algunos personajes femeninos que ha creado y que “la
novela tiene que fluir, suceder en el tiempo; para eso sirven las comas, las
frases, los capítulos”.
Y como prueba de ello, leyó en primicia el primer capítulo
de su nueva novela (todavía no publicada)
que se titulará Tus pasos en la escalera, cuya primera frase, esa que es tan importante para él, comienza
con algo así de “Me instalé en esta ciudad (...) el fin del mundo..."
Salí de la sala con mi libro sin firmar. Me pareció que no era el momento, que era un atropello. Caras conocidas le saludaban y no quise interrumpir. Y ese fetichismo de tener el ejemplar con la firma del autor me pareció menos importante que haber disfrutado de sus palabras. Gracias maestro por su sinceridad, su cercanía, su sencillez y su sabiduría. Pero sobre todo por sus libros.
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