No sé si podrás recordarme, Michel, ni tan siquiera leerme o te llegarán ecos de
estas palabras allá donde estés. Nos conocimos en una de esas comidas con los
compañeros de El Periódico.
El destino (o la suerte) hizo que pudiera sentarme a tu lado. Fue un placer
compartir conversación. Hablamos de Barcelona, de donde procedo yo y lugar en
el que tú habías estudiado Periodismo. Hablamos del Periodismo, como no, de las
vocaciones innatas, de los estudios tardíos y de “la de vueltas que da la vida”.
Pero sobre todo hablamos del cáncer. Tú estabas en fase de recuperación en ese
momento tras un tratamiento de quimio que había hecho retroceder el tumor; estabas a
la espera de más pruebas y un nuevo tratamiento y te preocupaba llegar bien a
la boda
de tu hermano. Yo ya había vencido mi cáncer del todo pues hace ya más de
veinticinco años y es solo un recuerdo anual en los análisis de marcadores
tumorales. En este punto también estuvimos de acuerdo. Contra el cáncer no se
lucha. Se cura o no, pero no depende de
uno mismo. Lo escribiste en una de tus magníficas columnas: "No soy ningún luchador, ni un guerrero, ni nada por el estilo. Me he puesto en manos de la maravillosa sanidad pública".
Es cierto. Es más bien cuestión del destino (o de suerte) el
hecho de que “se pille a tiempo” o “no afecte a órganos no operables” o… la realidad
es que no deja de ser una enfermedad que ojalá que algún día pueda vencerse.
Sólo hay que invertir mucho más de lo que se hace en estos momentos en
investigación, en estudios, en programas
piloto y en todo lo que pueda contribuir al avance farmacéutico y médico contra
el cáncer. Como reconocías, “tuve
la oportunidad de entrar en un tratamiento experimental"
Después de comer, regresé a
mi puesto de trabajo en ese momento, que en realidad era el tuyo. Yo
ocupaba desde septiembre tu silla, tu mesa, escribía en tu teclado y me
reflejaba en la pantalla de tu ordenador, rodeada de todas tus cosas: una pila
de folios con multitud de notas de anteriores artículos, libros de contenido
legislativo, una cajita con acreditaciones, algún pendrive. No me atreví a
tocar nada pues yo no dejaba de ser una intrusa en ese puesto. Pero sobre todo,
no me atreví a tocar nada porqué allí estabas tú, el Periodista en mayúsculas.
Y en el fondo, porqué en todo momento no perdimos la esperanza (sobre todo tus
compañeros desde hacía una década) de que volverías y así lo encontrarías todo
igual que lo dejaste. Y así te lo había dicho aquel día al despedirnos en la calle después de la comida: “Michel, estoy
sentada en tu sitio pero no toco nada para que lo encuentres todo igual que lo
dejaste cuando vuelvas, que yo voy a estar solo unos pocos meses”.
El destino (en este caso no es cuestión de suerte o mala
suerte) ha querido que injustamente no puedas regresar a tu mesa. El dolor es
enorme entre los compañeros de profesión, tus amigos, tu familia y una Estrella
que te acompañó y a la que también tengo la suerte de conocer. Todos te lloran
y te despiden hoy. Ayer fuiste trending topic en twitter. Los medios de
comunicación aragoneses y algunos nacionales se dieron eco de tu marcha. Seguro
que con tu humor se te ocurriría alguna frase lapidaria y me permito sonreír
pensando en ello.
Pero más allá de ese puesto vacío, dejas una impronta en
todos los que te conocimos, a través de tus gestos, de tus palabras, de tu
dignidad y sobre todo de tu valentía
(aunque tú no lo reconocieras) para enfrentarte a ese cáncer. Porque lo que sí
depende es la actitud que uno adopta frente a él. Y la tuya fue ejemplar. “El
cáncer te roba la normalidad”, escribías.
La Estrella que aquí se queda seguro que sigue brillando por ella misma pero sobre todo con
tu recuerdo. El que dejas en tus textos, a través de los que podremos seguir saboreando tus pensamientos
en palabras hiladas de sensatez y sinceridad. Por mi parte, no puedo dejar de
sentirme culpable, sin serlo, por haber estado (que no ocupado) tu espacio; la
injusticia se me presenta a través de un cáncer que te arrancó de ese puesto,
te ha privado de disfrutar de las estrellas y te ha alejado de la vida
demasiado pronto. Tus palabras, sabias, que escribiste en enero de este año que
ahora acaba, hablaban de ese tiempo que el destino (y no la suerte, sino el
cáncer) te han robado: “No soy dueño del tiempo. Pero decido su contenido y su
valor. Decido el ahora. Aunque sé que el cáncer tiene la última palabra”.
Y la tuvo. Descansa, Michel. Gracias por todo.
Marte
en el exilio (Aquí tenéis todos los
artículos de Michel Vallés, excelente periodista, analista político y
columnista).
*Escribo esta entrada en mi blog a título personal, como humilde homenaje y despedida al periodista que llamaba a las cosas por su nombre y al hombre al que el destino le ha robado la vida demasiado pronto.
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