Los personajes:
Magda es una maestra
madre de Dani, un niño apasionado por el fútbol. Recibe la noticia de que
padece un cáncer de mama mientras su pareja, profesor de universidad, le engaña
con una de sus alumnas.
Adolfo es un
ojeador de fútbol que, esa misma tarde, mientras propone a Magda que Dani pase
a formar parte del equipo del Real Madrid, recibe la noticia de un accidente de
su esposa y su hija. Ésta fallece en el
acto, mientras su esposa se debate entre la vida y la muerte.
Este cúmulo de situaciones forzadas en el guion sitúan al espectador
en un cuento suprarrealista que entreteje una historia donde los personajes comparten
momentos de máxima amargura, de acompañamiento en la vida y en la muerte. El ginecólogo de Magda es una utopía,
pero también un toque de atención hacia la sanidad pública: sería el médico
ideal, un amigo sanador, que acompaña a la mujer a la que le cortan un pecho,
que se preocupa no sólo por la evolución de la enfermedad, sino también por su
estado de ánimo, en definitiva por su Vida, con mayúscula. Quizás tan excesivo
el planteamiento que casi resulta parodia: no existe ese profesional que le
canta a la paciente en el quirófano poco antes de la operación, o que le
acompañe a la playa para realizarle una exploración en el mar.
La metáfora está
presente como un personaje más, también
explícita y fácil, en ese mar líquido; o a través del hielo, de la fría nieve y
de una niña, Natasha, que luego se convierte también en vida, en esperanza, en
símbolo de lucha; o de un corazón que late (vida); o de la tierra donde se plantan semillas
(esperanza). Yo, para el cine de reflexión me quedo con Michael Haneke y su realismo
metafórico.
Los intérpretes:
No voy a dar más pistas para no ser un spoiler para quien no
haya visto la película. Simplemente diré que el espectador se emocionará, aunque
se resista, sobre todo si ha vivido de cerca algún caso de cáncer de mama. Maravillosa
Penélope Cruz (Alcobendas,
1974). Magistral interpretación. Pe está soberbia en el drama, sus ojos transmiten
tanto el dolor como el cansancio del tratamiento con quimioterapia. Pero
también es capaz de alumbrar, con esos mismos ojos y una radiante sonrisa, el
brillo de la esperanza, la fuerza de la
lucha, el amor inmenso de una madre, la generosidad desgarradora hacia Adolfo.
Y ese toque almodovariano que sabe plasmar en sus personajes, un tono real
irónico que acompaña de espontaneidad para bajar
al personaje a la calle y hacerlo más cercano para el espectador.
Luis Tosar (Lugo, 1971) es
también el rigor en la interpretación,
la sonrisa amable, el llanto amargo, la soledad inmensa: lo dicen sus gestos,
sus manos, el movimiento de su cuerpo, el tono de su voz. Grande también.
Asier Etxeandia (Bilbao,
1975) es el ginecólogo. Un personaje de cuento, perfectamente interpretado para
hacerlo descender a la realidad. Y que, por cierto, canta maravillosamente. Si me dicen en que clínica visita, pido
cita ahora mismo.
Pero incluso las canciones que maravillosamente interpreta
Asier, son tan des-veladas, que resultan sentimentaloides: Amor amar, de Camilo Sesto o Vivir, escrita por Nino Bravo y que se conoció póstumamente tras
su muerte. Es un canto a la vida. Como la película.
La dirección, la
fotografía y el montaje están supeditados a la historia. Quizás en la planificación
alguna posición de cámara es demasiado explícita
y poco clásica. Pero ya sabemos que a
Medem le gusta ese tipo de ejercicios. Y no resulta estridente.
Los dos últimos planos de la película me sobran. Me hubiese
gustado más el final con la metáfora del corazón. Impactante y cerrando la
historia. Pero mejor será que vayan a verla.Y si la madre de
ustedes, o su mejor amiga, o la prima de su esposo, o usted misma han sido
víctimas de un cáncer, y sobre todo, todas las madres, lleven pañuelos de papel
en abundancia. Ma-ma
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