miércoles, 1 de mayo de 2024

El quinto poder

 

"El viento no escucha. No
escuchan las piedras, pero
hay que hablar, comunicar,
con las piedras, con el viento".
José Hierro, 1950. 
Con las piedras, con el viento...

Soy periodista y estoy colegiada, aunque no trabajo en ningún medio de comunicación. A nadie ni a nada me debo, por lo tanto, pero jamás aceptaría presiones ideológicas ni indicaciones para divulgar bulos o informaciones interesadas para el descrédito si no fuesen ciertas. Las noticias, antes de hacerse públicas, deben estar contrastadas por varias fuentes, eso es lo que les otorga credibilidad y veracidad. Esa es la primera lección, junto con la regla de las cinco "W" que nos enseñaron a los recién llegados a la carrera de Periodismo. David Randall en El periodista universal (Siglo XXI, 2009), apunta tres máximas que toda información debería respetar: las noticias publicadas deben ser resultado de decisiones adoptadas en ausencia de presiones políticas, comerciales o no comerciales; ninguna de ellas debe ser fruto de intercambio de favores o dinero; y tienen que ser el resultado de un espíritu de investigación libre y escogidas para su publicación exclusivamente por su propios méritos.

Ningún periodista que se precie debería ejercer la profesión sin el rigor y la responsabilidad que conlleva hacer público un hecho sin antes haberlo verificado con diversas fuentes, como he mencionado. Hace tiempo que encuentro en las redes sociales y algunos medios (que ni siquiera merecen el calificativo de comunicación) un periodismo del espectáculo. Es cierto que si "perro muerde hombre" no es noticia, y que si "hombre muerde perro" sí, y, además, según como se publique, puede servir al morbo y al espectáculo. En algunas televisiones privadas, cuyo objetivo no es ni mucho menos informar sino entretener para conseguir más alienados que permanezcan frente a la pantalla, prima más el objetivo económico de empresa que la versión y la realidad de los hechos. No importa cuánto daño puedan hacer (a un famoso, a un político o a la sociedad entera) si consiguen más beneficios. Y en política, contribuyen a aumentar la polarización y la insensatez que va in crescendo desaforadamente.

En el siglo XXI, no existen tan apenas medios de comunicación independientes y todos están sometidos a servidumbres de grandes grupos empresariales. Explica Rafael Yanes Mesa en Comunicación política y periodismo (Fragua, 2009) que con la llegada del siglo XX, el periodismo transforma sus estructuras convirtiendo los medios (sobre todo los escritos) en empresas y sociedades cuyo principal objetivo es la obtención de un beneficio económico. La prensa escrita quiere vender más periódicos y la cadena televisiva quiere ganar audiencia para que los publicistas inviertan más y obtener así más ingresos. Así pues, la selección de la información que van a proporcionar al público, considerará también los intereses de ese pagador y del partido político que velada o abiertamente lo sustenta. Y digo también, por no decir, en primer lugar. El sociólogo John Thomson refleja esta característica, y analiza el grado de concentración de los “conglomerados de comunicación”, como "organizaciones multimedia transnacionales que poseen intereses en una variedad de industrias vinculadas con la información y la comunicación”. Es decir, como si una telaraña se tejiese alrededor de la información política, con servidumbres de intereses económicos y empresariales que atrapan también a los partidos políticos. Todo está entrelazado.
Como sostiene otro sociólogo y ex-ministro (uno de los más criticados, pero no voy a entrar ahí ni enjuiciar su acertada o desacertada labor ahora), Manuel Castells, en La era de la información, (Alianza 2000), vivimos en una “sociedad red” en la que los periodistas, los canales de televisión, los móviles, etc, “transmiten y reciben señales en la red global de los nuevos medios, que constituyen la base de la expresión cultural y la opinión pública en la era de la información”. Vaya, que con las nuevas tecnologías y la rapidez en que se difunden las noticias, ese efecto dominó que provoca la inmediata redistribución de contenidos, influye en la agenda setting más inmediata del resto de medios de comunicación del mundo occidental. Y así se divulga esa información sin contrastar (voluntaria o involuntariamente), y se da como cierta al aparecer en varios medios. Aunque no lo sea.

Por otra parte, quiero reflexionar sobre otra consideración que la catedrática en Periodismo Pilar Diezhandino, destaca: entre los cambios producidos en estos últimos tiempos, existe una ausencia de noticias (añado yo: provocada por la precariedad en la profesión). “El periodista ya no sale al encuentro de la noticia, se ha convertido en gestor de la información que fabrican otros gatekeepers para él”. Los políticos emiten notas de prensa y declaraciones y los medios, lamentablemente muchas veces, se limitan a transcribir. A los primeros les sirve como medio de "divulgación" y a los segundos les abarata el trabajo. Qué pocos medios destinan la mayor parte de su presupuesto a financiar investigaciones que se prevean para un tiempo prolongado. El periodismo de investigación, tan necesario, agoniza.

La política, que en una de sus acepciones se define como “cortesía y buen modo de portarse”, es la ciencia para el gobierno de nuestras naciones. Los políticos aspiran a ocupar cargos directivos de esta empresa (nación) que es una gran sociedad no anónima ni limitada a la que todos los ciudadanos de un país pertenecemos. Los representantes de esas instituciones deberían, además de desempeñar honesta y eficazmente su trabajo (como nos exigen a los demás en cualquier empresa) tener esa responsabilidad de “portarse bien”, entre otras consideraciones, por que se deben a la confianza que hemos depositado en ellos. Un poco de decencia, diría yo. Basta de bulos, de comprar medios de comunicación y de “desconstruir” (sí, con s), destruir y derribar al adversario para conseguir el puesto. El acoso laboral, sobre el que escribí una novela de ficción, Cuestairse (Loslibrosdelgatonegro, 2023) es lamentablemente una realidad demasiado vigente, como el acoso en los colegios (los niños imitan lo que ven hacer a sus mayores).  En los últimos tiempos ha llegado a la clase política, una manera ruin de conseguir mantenerse o llegar. Esta sociedad no puede permitirse un retroceso en la democracia y caer en la trampa de lo más fácil, ni vivir en un continuo acoso de competencia ambiciosa. Desde mi independencia y desde mi tendencia política, que la tengo, claro, propongo elegancia, respeto, construir, cooperar, dialogar e incluso, si es necesario por el bien común, renunciar a intereses propios en favor del avance para TODOS no sólo para los MÍOS. Eso se llama solidaridad.

No suelo hablar ni escribir de política, ni de los políticos. Prefiero la literatura, el cine o el pensamiento. Pero llegados a este punto en que el mayor representante político se ha manifestado como un hombre vulnerable (los políticos son humanos y parece que se les exige mostrarse como si no lo fuesen, siempre en positivo, agresivos, triunfadores) debo mostrar mi admiración por su valentía al hacer público su sentir y al proponer que ESTO DEBE ACABAR. Algunos dicen que ha sido una maniobra. En cierto modo puede que sí, pero para poner ese punto y aparte tan necesario. Basta de bulos, basta de noticias interesadas y no contrastadas, y basta de una justicia comprada. Si en el sistema democrático que tenemos hay que cambiar la ley para conseguir más democracia, se cambia, por las vías y los medios institucionales que la legislación permita. El Consejo General del Poder Judicial no puede ser un órgano político (o politizado). 

Y el periodismo, con el que he comenzado este post,  no puede ser una profesión vendida a intereses políticos o de enriquecimiento empresarial. Los periodistas deben fiscalizar la acción del Gobierno, claro que sí, y de quienes dirigen esta empresa que es de todos, deben publicar aquello que informe a los ciudadanos de lo que se hace bien y de lo que no, pero siempre, insisto, desde la veracidad y el rigor. La FAPE (Federación de Asociaciones de Periodistas de España) debe tomar cartas en este asunto y crear algún protocolo o normativa para desacreditar a quienes (en televisión, radio, prensa o redes sociales) se dedican a la publicación irresponsable de noticias vendidas.

Hoy escribo sobre política, el arte de dialogar, de construir, de alcanzar el buen fin común. La sociedad no es un ente abstracto, somos todos. Si cada uno denuncia el acoso que observa y desde su pequeña parcela educa a sus hijos en el respeto y la reflexión, iremos mejor.

Inmersos como estamos en una sociedad cada vez más individualista y neo-narcisista, tal como afirma J. Luis Sánchez Noriega, materializado con evidencia en la televisión: “juego de espejos en que ensimismarse con imágenes que devuelven nuestra realidad”, un público que mira la pantalla, la cual reclama su atención para mostrar al público que mira a la cámara porque se sabe observado por el público. Eso mismo lo podemos trasladar hoy a la nueva televisión, las redes sociales: instagram, twitter (X), tick tock o facebook. Las redes sociales diría yo que además son el quinto poder, un pseudoperiodismo peligroso donde individuos y grupos (muchas veces anónimos) divulgan pseudonoticias. Desde ahí es desde donde se está bombardeando y distribuyendo todo tipo de mentiras y barbaridades, mofas, burlas y críticas que no son tales pues están orientadas al espectáculo y al enriquecimiento personal, a ese juego de espejos, más que  a la información veraz. Percibo una disfunción narcotizante y una carencia de espíritu crítico en el individuo que me traslada a la sociedad alienada de 1984 de Orwell. 

Por eso, desde esas redes sociales podríamos comenzar a aplicar la sensatez y la cortesía. Comprometámonos a no contribuir en la desinformación y el acoso, a la divulgación irresponsable de burlas, críticas o noticias vagas que no hacen más que provocar el espectáculo y conducen a nuestra sociedad a un fango maloliente y asqueroso. Limpieza y elegancia, por favor. No estoy diciendo que no hay que criticar, los servidores públicos deben estar preparados para una oposición responsable y un periodismo que investigue a fondo. Fiscalizar sí, claro, vigilar también, pero con veracidad contrastada. Y crítica inteligente, respetuosa, constructiva.

#Respeto

#PolíticaResponsable

#PolíticosMásHumanos

#BastaYaDeBulos

#PorUnaJusticaDemocrática




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