domingo, 20 de agosto de 2023

Literatura en Candasnos

 

Recorrer las calles de Candasnos y los lugares emblemáticos que rodean al pueblo no será lo mismo, para los que vivimos aquí, después de leer La ley del hambre (Ed.Contraluz, 2023), la novela escrita por Ana Ballabriga y David Zaplana. Será difícil olvidar lo que ocurre en esta obra de ficción, que no es sólo una historia de terror, ni pertenece exclusivamente al género negro, ni es sólo una narración con elementos de fantasía y ciencia ficción. Y sin embargo todas las características de esas formas literarias componen esta novela escrita a cuatro manos. Desde el realismo mágico hasta el costumbrismo realista. “En la pobreza lo bello apenas brillaba un instante, como una flor que nace en el desierto”, escriben los dos autores.

Hace cuatro días acabaron las fiestas mayores de Candasnos. El último, el 16 de agosto, San Roque, Ana y David presentaron su novela en el salón del cine. Hacía mucho calor pero también había mucho calor: vecinos y visitantes escucharon con atención a los autores, presentados por Loly Ballabriga. El acto había sido organizado por la Asociación de Amas de Casa Corazón de Monegros, el Ayuntamiento de Candasnos y la Asociación de Cine Candasnos. Todos expectantes ante una novela que se desarrolla en este pequeño pueblo de calles perpendiculares y llanas donde las balsas de agua tuvieron un protagonismo estelar durante siglos y ahora, en La ley del hambre,  surgen "chapoteos y gruñidos espeluznantes". 

 Ana Ballabriga (Candasnos, 1977) reconoció en la presentación que durante algunos años había estado desvinculada de su pueblo (aunque jamás dejó de ir) y este libro le había servido para reconciliarse de alguna manera con su lugar de nacimiento,  como un regreso, como Calixta, una de las protagonistas que sale de Candasnos en su juventud y regresa años más tarde. Muchas mujeres abandonaron el pueblo para servir en Barcelona o Zaragoza en la década de los cincuenta y los sesenta. Sus hijos, que nacimos lejos de este pueblo, lo amábamos en la nostalgia de las historias que nos contaban y pasábamos los veranos en casa de nuestros abuelos y tíos. Recuerdo, como un sueño, la primera vez que fui a la Balsa Buena sentada en un carrito entre los cántaros a buscar agua con mi tía. Si hubiese sabido lo que años mas tarde leería en una novela no me habría atrevido a ir.

El germen de la vinculación a un lugar va más allá del nacimiento, aunque también. Dice el refrán que uno no es de donde nace, sino de donde pace. Yo reivindico mi Barcelona amada, con su mar y su gentío, sus barrios populares y sus avenidas majestuosas, sus paseos arbolados y sus contrastes sombreados. Pero Candasnos también. A pesar de todo y de todos.

Existe una publicación anterior, de 1933, titulada Candasnos que escribió José Sampériz Janin (1910-1941), intelectual que murió gaseado en Mauthausen. Recientemente la novela de la que no existían ejemplares se reeditó a modo facsímil. Pero calificarla es tan arduo como leerla. Yo lo hice, y la náusea me obligó a detenerme y cerrar los ojos ante la brutalidad y salvajismo de algunas secuencias. 

Sin embargo, esta nueva historia situada en Candasnos, me ha enganchado tanto que en tres días ya la he leído. Y también hay secuencias feroces, sí, pero muy bien integradas y con acción trepidante. Confieso que no soy asidua de este tipo de lecturas pero en este caso la intriga y el hecho de su localización me hacían avanzar página tras página, recorriendo los espacios y acompañando a unos personajes muy bien construidos. La niebla presente durante casi toda la novela no puede ocultar el trabajo de investigación y documentación que los autores han realizado, como reconoció David Zaplana (Cartagena, 1975) y que les llevó desde El Molino de Barcelona hasta el Conventaz de Candasnos, un lugar muy poco investigado y cuyos restos dan juego a la magia y los maleficios presentes en la novela. 

Invito a los lectores a acercarse a este pueblo dividido en dos mitades por la Nacional II, "como una antigua cicatriz" y visitar los lugares (Balsa Buena, Plaza Mayor, Pozo del Hielo, calle San Isidro, la Hermandad, el cuartel de la Guardia Civil, las escuelas...) donde se desarrollan los hechos. ¿Increíbles? Tal vez, pero la imaginación de Ana y David han hecho que ocurran. La ficción y la realidad conviven en La ley del hambre donde también se recrean, con mayor o menor acierto, algunos hechos históricos insertando a los protagonistas de la ficción. Lenguaje sencillo, narración muy cuidada, ritmo ágil, descripciones detalladas y, sobre todo, unos personajes muy bien construidos y entretejidos, dan a la novela ese fuerza de seguir avanzando párrafo tras párrafo.

La historia tiene tres puntos de vista, el de Calixta que, como hemos dicho, se fue del pueblo y vivió en Barcelona unos años, el de Caín, un guardia civil destinado en el puesto de Candasnos y el de Vera, una periodista que por circunstancias llega al pueblo. Los tres se verán envueltos en los extraños acontecimientos que ocurren en esa pequeña localidad de cuatrocientos habitantes, dominada por una familia de caciques desde el final de la Guerra Civil. Hay otro personaje muy relevante, Quico: “Si el hambre es la ley, la rebelión es la justicia”, repite. Él encarna los ideales, la anarquía y el amor. 

“Una empresa de semillas, un chico desaparecido, la familia Galán, tablillas de maldición romanas, animales asesinos, conspiraciones mundiales, un escocés con bigote y un médico especializado en genética. Nada tenía sentido. Y, de alguna forma, intuía que ya disponía de todas las piezas del puzle: solo había que ordenarlas”. Este pensamiento de Vera, la periodista, resume bastante bien la novela. Los autores consiguen ordenar el galimatías de sucesos y casi obligan al lector a seguir avanzando en la siguiente página. La intriga está servida. El desenlace es un mensaje subliminal contra los poderes que, todavía, manejan la vida en muchos pueblos como Candasnos. Por desgracia, no abundan los Quico para rebelarse contra la ley del hambre. 

Ana  Ballabriga y David Zaplana en la presentación en Candasnos el 16 de agosto junto a Loly Ballabriga y miembros de las Amas de Casa Corazón de Monegros que colaboraron en la organización del acto.


 

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