lunes, 25 de abril de 2022

Casualidades y coincidencias


“…la literatura es lo más importante de mi vida, y por ella estaría dispuesta a sacrificarlo todo. Al fin y al cabo, es otra forma de amar, a través de las palabras”.

NORAY. Martín Rodrigo, I. (2022) Las formas del querer (Destino)


Habitan en Las formas del querer las más valiosas: amistad, amor, hermandad, fidelidad, vecindad, maternidad, generosidad, sinceridad, e incluso otras que distorsionan el verbo pero no dejan también de ser formas de querer: conveniencia, consuelo u odio como dicotomía que la razón interpone ante el corazón herido. Pero sobre todas ellas quiero destacar la forma de querer a la literatura, a la escritura y a la lectura que viste cada una de las páginas del libro y me llevó al final a desear comenzar de nuevo, como si hubiese creado una adicción. Regresé a la primera página compulsivamente, no quería dejar de leer y de vivir junto a Noray e Ismael, Carmen y Tomás, Marta, Filomena, Trini o la bisabuela que se llama como la mía y como yo, casualmente.

Casualidades y coincidencias en rojo

Decía Inés Martín Rodrigo (Madrid, 1983) el otro día en un tweet que cada vez cree más en las casualidades o en las coincidencias. Tengo yo en este libro señaladas con postits rojos tantas como si la autora me hubiese entrevistado en profundidad y lo hubiese considerado material interesante para plasmarlo en una novela. Imagino que todos creemos que nuestras vivencias son únicas, pero la realidad es que compartimos muchas coincidencias y estoy segura de que la mayoría de lectores van a encontrar en Las formas del querer mucho de cada uno. Es una historia que narra lo universal en lo cotidiano, y centra en el particular cuestiones generales, sobre todo las del querer, que son las que nos mantienen vivos.

Se trata de una novela ambiciosa en el tiempo pues relata gran parte del siglo XX sobre todo desde la segunda mitad, la época de nuestro pasado reciente. Y lo hace a través de personajes perfilados con acierto, entrando a tiempo en el armazón de la trama, cada uno con voz propia, con su historia bien cerrada, en su ambiente, tan reconocible por todos los que hemos transitado entre el pueblo y la ciudad que más que leer me ha parecido estar viviendo entre ellos. Esa cercanía y calidez del costumbrismo popular rural que la autora trata con delicadeza muestra un respeto enorme por nuestras raíces sin caer en la zafiedad que muchas veces se otorga a los pueblos y sus habitantes. La exquisitez viene de la mano de la sencillez y la naturalidad, tanto en el lenguaje como las descripciones y en el transcurso de la historia que cuenta la novela. 

Hay muchos temas transversales que discurren y en una conversación con la autora daría para muchas palmeras de chocolate o muchas cervezas de botella verde compartidas. Además hablaríamos de esas coincidencias que van más allá del nombre de mi bisabuela. Pero ahora quisiera destacar el tratamiento del papel de la mujer en la sociedad de esa época, callado y discreto, sometida por ley y por costumbre al hombre, al marido o al padre; más allá del machismo o el feminismo en el que ahora pudiéramos catalogar, opinar o parecer, era una cuestión cotidiana y aceptada. Se entrevera incluso la violencia de género. Sin embargo esas mujeres fueron pilar de lo que somos ahora nosotras y sentaron las bases de nuestra educación y nuestra fortaleza también.

Otro tema que trata con rigor la novela es la anorexia; hablar de ello es necesario, escribirlo en una historia de ficción con pulcritud como lo ha hecho Inés Martín Rodrigo es admirable. De la voz de Noray, en primera persona, reconociendo el trastorno psicológico, analizando el origen, las trampas y autoengaños, el temor perenne a la recaída. Por cierto, seguro que algunos se cuestionan de donde sale el nombre de Noray; obtendrán la respuesta también en el libro.

La homosexualidad y la persecución que el régimen impuso durante el franquismo, o las heridas que la Guerra Civil dejó, no sólo físicas, sino en el seno de la convivencia revisten también la trama de situaciones y hechos que discurren con naturalidad, sin barroquismo ni excesos, ni en la alegría ni en el sufrimiento, ni siquiera en la resignación. Pero sobre todo, Las formas del querer es la historia de nuestra familia, nuestros abuelos, nuestros padres, nosotros mismos estamos en la vida y en la muerte de esos personajes de ficción. Escribe Noray, la narradora/testigo que al final es también protagonista: “A veces tengo dudas de si a ellos les habría gustado verse así reflejados por mí”. Me permito tomar la voz de Carmen para responderle: ¡Pues claro que sí, prenda! ¡Con lo bien que lo has escrito todo!

Como lectora me declaro fan incondicional de Inés Martín Rodrigo y recomiendo encarecidamente la lectura de Las formas del querer, merecido Premio Nadal 2022.

Como escritora inédita confieso mi admiración por su escritura, el uso del lenguaje, el punto de vista de los narradores, el ritmo, la estructura y su forma de querer la literatura. No me gustan las comparaciones pero leer a Inés Martín Rodrigo me ha evocado a otras dos "Cármenes" que admiro y con las que la autora comparte varias coincidencias: con C. Martín Gaite su primer apellido, con C. Laforet el Nadal. 

Con ambas, la elegancia en la escritura.  ¿Coincidencias y casualidades?

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