Aunque las primeras horas mañaneras fueron un poco desoladoras. Poco público, pocas firmas. Comencé a preguntarme si valía la pena estar allí con escalofríos, disimulando mi malestar físico, con una sonrisa y una energía impostada. Pues mira, sí, valió la pena. Conocí a dos poetas, que además son padre e hijo, los Conde, con quien compartí stand editorial, y con los que daba gusto estar allí. También con un ilustrador, Carlos, de humor surrealista y generosidad inmensurable, que dibujó y coloreó mientras yo repetía mi admiración y mi envida sana, ¡Qué arte!.
Llegó la hora de comer y ahí me
fui recomponiendo. El dolor de cabeza y los escalofríos dejaron paso a una tos
insistente pero que podía tolerar. Lo mejor, la conversación con todos los de
la gatera, los dos poetas, el ilustrador, la editora, Don Antonio y Sol.
Ya en la tarde el púbico se
animó. Pude saludar a algunos amigos y firmé para ellos mi libro, #Cuestairse.
Pocos pero muy entrañables.
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