lunes, 30 de octubre de 2023

Remolino impetuoso en las aguas del mar

Iba a comenzar este post con la siguiente frase “Tras la vorágine emocional del fin de semana…” pero me gusta siempre consultar, contrastar palabras, cambiar por una que se ajuste mejor. La primera definición de vorágine que aparece en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española es “un remolino impetuoso en las aguas del mar”, como ese mar tan presente en esta mi primera novela.

El libro salió de imprenta el viernes. El sábado, pude sentir una “pasión desenfrenada, mezcla de sentimientos intensos”, que es la segunda acepción de la palabra vorágine. Emoción al acariciar los ejemplares, satisfacción, agradecimiento, pero también temor… y es que ya por la mañana tuve la oportunidad de firmar los primeros ejemplares y hablar de Cuestairse con los lectores que adquirieron el libro. No había entrado nunca en una gatera. La de Los libros del gato negro es muy acogedora, una editorial con amplio catálogo de narrativa, poesía y ensayo. Yo allí, temblando de alegría apasionada, una dicha soñada, una sensación jamás experimentada, como el primer hijo o el primer beso. La inquietud de la primera vez, la incertidumbre de si agradará la historia a los ojos que ya deben estar leyéndola. Y el domingo de nuevo, “una aglomeración de sucesos, de gente y cosas en movimiento”, tercera definición de vorágine. Decido no cambiar la palabra. Se ajusta a lo que ocurrió, lo que sentí, lo que quiero compartir. 

Tras la vorágine emocional del fin de semana, hoy lunes ha sido día de reflexión, asimilar que la novela ya es una realidad, tinta sobre papel. La historia que escribí, materializada. Acaricio el ejemplar que me quedo en casa, ojeo las páginas, huelo el aroma de la tinta en el papel. Me gusta como ha quedado. Y surge una duda estúpida, casi parece que esté de guasa. ¿En que parte de la biblioteca lo coloco? ¿Qué criterio siguen los escritores a la hora de ordenar sus propias obras? Esta es la primera, otras vendrán, seguro, la segunda ya tiene personajes definidos que van cobrando vida y algunos capítulos escritos. Pero, ¿ocupar un espacio junto a mis escritoras admiradas?, me parece casi una irreverencia. ¿Dejarlo sólo en una balda reservada para futuras obras?, un desperdicio de espacio que no puedo permitirme pues, como es habitual, vuelvo a tener toda la librería repleta a pesar de que no hace mucho hice “limpia” y adquirí otro mueble estantería.



Mientras lo decido, si se os ocurre alguna solución, estoy ávida de sugerencias. Y, ¡cómo no!, espero que vosotros no tengáis problema en colocar en vuestra biblioteca Cuestairse. 

Bromas aparte, gracias a la vida —como cantaba María Dolores Pradera— que me sigue dando tanto.


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