jueves, 10 de diciembre de 2009

El abrigo azul

Acaricia con las yemas de sus dedos el cuello de aquel abrigo azul. Tiembla. Sonríe. Por fin. Después de siete años desde que lo vio en el escaparate. Lo había deseado tanto... Sus manos recorren poco a poco el suave talle mientras recuerda como durante los meses de invierno pasaba frente a la boutique y se quedaba mirando los cristales iluminados para asegurarse de que todavía no habían vendido el abrigo. Lo cierto es que el precio era tan elevado que para ella resultaba impensable. Pero la esperanza mantenía viva su ilusión.

Cuando llegó la época de rebajas corrió el primer día hacia la tienda. Vio en el escaparate la etiqueta  con el nuevo precio, debajo del anterior tachado y con números mas grandes, pero para ella seguía siendo inalcanzable. Continuó paseando frente aquel escaparate una y otra vez hasta que a finales de febrero cambiaron todas las prendas y colocaron “la nueva temporada primaveral”.

Al invierno siguiente pensó que como el abrigo azul era de la temporada anterior seguramente el precio de venta sería mucho más barato. Una tarde se vistió para la ocasión y se acercó a la boutique. Tenía que saber si todavía estaba allí y cuánto valía. Al entrar percibió un vaho de perfume dulce y exquisito que despertó sus sentidos. Una muy elegante dependienta se le acercó con gesto de desconfianza y postiza sonrisa que le preguntó:
- ¿Desea alguna cosa? ¿En que puedo ayudarle?
Ella, con voz temblorosa y buscando con su mirada rápidamente por toda la tienda dijo:
- Quería saber si todavía tienen un abrigo azul que el invierno pasado estuvo en el escaparate. Era de mi talla, creo, y no sé si el único. Uno con botones forrados de la misma tela, cruzado, con un cinturón y…
La dependienta asintió y antes de que ella terminase de describir el abrigo dijo:
-Sí, sí. Ya sé a cual se refiere. Justamente se vendió hace dos o tres días. Y sí, era único porqué es una pieza exclusiva del diseñador francés…
De pronto se calló, la miró con recelo y con un tono aprendido y sin mostrar ningún interés añadió de carrerilla:
- De todas maneras, si le gustaba aquel quizás podamos encontrar alguno del mismo diseñador que también le agrade. La semana que viene nos llega una nueva colección que será muy similar y…
- Me interesaba ese abrigo azul. Pero muchas gracias por atenderme.

Al invierno siguiente, cuando caminaba por el Paseo de las Azucenas, vio a lo lejos una silueta femenina con el abrigo azul. Iba junto a un caballero de traje negro que llevaba una cartera ejecutiva. Ella, con bolso negro también y zapatos de tacón alto, caminaba impetuosa. Una oscura melena ondeaba al viento del invierno y reflejaba los rayos del sol matinal. El abrigo le caía impecable; ni suelto ni ceñido, ni corto ni largo. Era de su misma talla.
- ¡Es precioso!, se dijo a si misma.
Cuando pasó a su lado, giró la cabeza para verla también por detrás. Un perfume dulce y envolvente parecido al que percibió en la boutique acompañó unos instantes aquella visión del abrigo azul alejándose en una fría mañana de enero.

Por eso, hoy, cinco años después, le parece casi imposible tener entre sus manos aquel abrigo que tanto deseó. Se lo prueba. Se mira al espejo apoyado en la pared. Es de su talla. La señora que le atiende le dice que le queda muy bien y que además es bastante calentito.
- Este invierno va a ser muy frío-
Ella arropa su cuello con el cuello del abrigo azul. Se abraza con él. Le gusta. Por fin puede cumplir uno de sus pequeños sueños.
- Vale, me lo llevo.
Sale del ropero parroquial con el abrigo azul en una gran bolsa de plástico que despide un aroma conocido a perfume dulce y elegante.

Para ella, que durante siete años ha ido perdiendo empleo, casa, familia y dignidad, hoy es como un nuevo principio. Está tan feliz con su abrigo azul…



1 comentario:

  1. Precioso. A mí me pasó lo mismo con un abrigo de cuero amarillo mostaza procedente del stock de una tienda que cerraba. Era original de los años 60 y durante meses estuvo ahí, mirándome cuando pasaba por delante del escaparate y pidiéndome a gritos que lo llevara conmigo. De alguna manera estaba predestinado para mí. O quizás a fuerza de visualizarlo el abrigo pudo venirse hasta mi casa. No lo sé. Y tampoco sé cómo años más tarde un energúmeno con pocos escrúpulos me lo arrebató mientras pasaba el rato en un bar de cuyo nombre no me da la gana de acordarme. Un saludo

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