Ver y escuchar a Sabina en directo es una adicción. Ya es la tercera o la cuarta vez que lo veo en Zaragoza y si viniera otras tantas repetiría a buen seguro.
Las adicciones son el tema principal de la película Días de vino y rosas que Blake Edwards dirigió y por la cual consiguió el Oscar a la mejor canción en 1963. No sé si Joaquín Sabina ha “tergiversado” el título y ha dado un guiño al film al titular su nuevo album Vinagre y rosas. Lo que si es cierto es que las adicciones de este tipo me encantan y Vinagre y rosas es una especie de coctail donde la amargura y el dolor se combinan con la poesía más dulce y aromática; ácido, amargo, fuerte, picante, socarrón, como el vinagre; perfumado, colorista, tierno, bello como las rosas. Eso es Sabina, una adicción de la cual no voy a huir mientras el bolsillo me lo permita (eso sí las entradas un poco caritas, si no fuese porqué me ha invitado quien sabe que no estoy en situación económica de permitirme estos lujos… por cierto, millones de gracias). Pues eso, poesía pura en vinagre, como los pepinillos para el aperitivo, pero con un toque de perfume musical de rosas.
El concierto de ayer estuvo marcado por la entrega de un público que coreaba todas las canciones “inmortales” de Joaquín y regaló en dos ocasiones al “poetacantante” un colectivo abrazo materializado en una larga ovación de aplausos y espectadores en pie. Con un impecable equipo de músicos y corista que le acompañaron y se marcaron sus propios solos, Joaquín estuvo dominando el escenario en todo momento. A Sabina se le ve bien, físicamente. La voz no ha perdido sus quijotescas caracterísicas pero hay algo que noté y que quiero apuntar aquí. Joaquín se está haciendo mayor, no porqué se le note en sus andares o en el pulso, o pierda vitalidad en la socarronería de sus gestos divertidos cuando mueve las manos cual bailarín de claqué, sino porqué ha ganado en elegancia. Una elegancia que se traduce no sólo en su porte, sino también en las letras de sus canciones, en la puesta en escena. Es como si con los años ganare esa clase de corte aristocrático que a buen seguro le disgustaba tanto en sus años de juventud. Y eso le hace todavía más atractivo, más contradictorio, como cuando en sus sonetos une a la prostituta con la más tierna de las melodías.
En la película Días de vino y rosas, Joe (Jack Lemon), reflexiona sobre la importancia de la voluntad propia a la hora de dejar las adicciones, el alcoholismo en ese caso. Seguramente la asociación de ideas de los dos títulos que a mi me ha venido a la mente ni siquera exista pero Vinagre y rosas anula por completo mi voluntad para dejar la adicción a Sabina, así que seguiré siendo Joaquinsabinista, de momento, y comparé en cuanto pueda el CD con las nuevas canciones.
Y para darme ánimos a mi misma, termino con uno de sus sonetos. Gracias maestro.
Las adicciones son el tema principal de la película Días de vino y rosas que Blake Edwards dirigió y por la cual consiguió el Oscar a la mejor canción en 1963. No sé si Joaquín Sabina ha “tergiversado” el título y ha dado un guiño al film al titular su nuevo album Vinagre y rosas. Lo que si es cierto es que las adicciones de este tipo me encantan y Vinagre y rosas es una especie de coctail donde la amargura y el dolor se combinan con la poesía más dulce y aromática; ácido, amargo, fuerte, picante, socarrón, como el vinagre; perfumado, colorista, tierno, bello como las rosas. Eso es Sabina, una adicción de la cual no voy a huir mientras el bolsillo me lo permita (eso sí las entradas un poco caritas, si no fuese porqué me ha invitado quien sabe que no estoy en situación económica de permitirme estos lujos… por cierto, millones de gracias). Pues eso, poesía pura en vinagre, como los pepinillos para el aperitivo, pero con un toque de perfume musical de rosas.
El concierto de ayer estuvo marcado por la entrega de un público que coreaba todas las canciones “inmortales” de Joaquín y regaló en dos ocasiones al “poetacantante” un colectivo abrazo materializado en una larga ovación de aplausos y espectadores en pie. Con un impecable equipo de músicos y corista que le acompañaron y se marcaron sus propios solos, Joaquín estuvo dominando el escenario en todo momento. A Sabina se le ve bien, físicamente. La voz no ha perdido sus quijotescas caracterísicas pero hay algo que noté y que quiero apuntar aquí. Joaquín se está haciendo mayor, no porqué se le note en sus andares o en el pulso, o pierda vitalidad en la socarronería de sus gestos divertidos cuando mueve las manos cual bailarín de claqué, sino porqué ha ganado en elegancia. Una elegancia que se traduce no sólo en su porte, sino también en las letras de sus canciones, en la puesta en escena. Es como si con los años ganare esa clase de corte aristocrático que a buen seguro le disgustaba tanto en sus años de juventud. Y eso le hace todavía más atractivo, más contradictorio, como cuando en sus sonetos une a la prostituta con la más tierna de las melodías.
En la película Días de vino y rosas, Joe (Jack Lemon), reflexiona sobre la importancia de la voluntad propia a la hora de dejar las adicciones, el alcoholismo en ese caso. Seguramente la asociación de ideas de los dos títulos que a mi me ha venido a la mente ni siquera exista pero Vinagre y rosas anula por completo mi voluntad para dejar la adicción a Sabina, así que seguiré siendo Joaquinsabinista, de momento, y comparé en cuanto pueda el CD con las nuevas canciones.
Y para darme ánimos a mi misma, termino con uno de sus sonetos. Gracias maestro.
“Usa mi llave cuando tengas frío,
cuando te deje el cierzo en la estacada,
hazle un corte de mangas al hastío,
ven a verme si estás desencontrada.
No tengo para darte más que huesos
Por un tubo y un salmo estilo Apeles
Y páginas anémicas de besos
Y un cubo de basura con papeles.
Ni me siento culpable de tu lejos,
Ni dejo de fruncir los entrecejos
Que usurpan de tus ojos la alegría,
Si quieres enemigos ya los tienes,
Pero si socios buscas, ¿Cuándo vienes
A repartir conmigo la poesía?
cuando te deje el cierzo en la estacada,
hazle un corte de mangas al hastío,
ven a verme si estás desencontrada.
No tengo para darte más que huesos
Por un tubo y un salmo estilo Apeles
Y páginas anémicas de besos
Y un cubo de basura con papeles.
Ni me siento culpable de tu lejos,
Ni dejo de fruncir los entrecejos
Que usurpan de tus ojos la alegría,
Si quieres enemigos ya los tienes,
Pero si socios buscas, ¿Cuándo vienes
A repartir conmigo la poesía?
Dicen que Sabina tiene mala voz. Yo creo que tiene la voz adecuada para proyectar su poesía desde las vísceras, como si de un parto se tratara.
ResponderEliminarUn saludo