viernes, 8 de diciembre de 2023

Fiebre en la feria

La noche anterior no había dormido tan apenas. No por los nervios, como me preguntó alguien al día siguiente, sino porqué había estado con fiebre. Me tomé una aspirina efervescente en cuanto me levanté y decidí que la ocasión merecía el esfuerzo: mi primera Feria del Libro Aragonés como autora. Así que emprendí viaje bajo un cielo soleado rumbo a Monzón. Todo iba a ir bien.

Aunque las primeras horas mañaneras fueron un poco desoladoras. Poco público, pocas firmas. Comencé a preguntarme si valía la pena estar allí con escalofríos, disimulando mi malestar físico, con una sonrisa y una energía impostada. Pues mira, sí, valió la pena. Conocí a dos poetas, que además son padre e hijo, los Conde, con quien compartí stand editorial, y con los que daba gusto estar allí. También con un ilustrador, Carlos, de humor surrealista y generosidad inmensurable, que dibujó y coloreó mientras yo repetía mi admiración y mi envida sana, ¡Qué arte!.

Llegó la hora de comer y ahí me fui recomponiendo. El dolor de cabeza y los escalofríos dejaron paso a una tos insistente pero que podía tolerar. Lo mejor, la conversación con todos los de la gatera, los dos poetas, el ilustrador, la editora, Don Antonio y Sol.

Ya en la tarde el púbico se animó. Pude saludar a algunos amigos y firmé para ellos mi libro, #Cuestairse. Pocos pero muy entrañables.


Salí de allí con dos libros dedicados, autores que regalan literatura y amistad. Era noche cerrada cuando emprendí el camino de vuelta por esas carreteras inhóspitas de la provincia de Huesca, sin circulación ni luces ni tan apenas pueblos, casi fantasmales, con el firme salpicado de enormes charcos, curvas de circuito y pendientes estrechas. A ratos diluviaba. Volví a preguntarme si todo aquello valía la pena. Y volví a responderme que sí. La experiencia, nueva, enriquecedora. Por los nuevos amigos, por la literatura y por los libros.

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