miércoles, 26 de abril de 2023

Vida, literatura y pipas. Felicidad.

Hace años que no como pipas. Ni siquiera recuerdo cuando fue la última vez. Pero en mi memoria infantil de tardes de cine en el pueblo, en verano, escucho el sonido del crac al hincar los dientes en cada pipa para abrirla, y permanece en la lengua el sabor salado a la media parte de la película; entonces había descanso para cambiar el rollo de celuloide (por cierto, en el pueblo todavía se conserva el cine y la máquina de proyectar). Las pipas tienen una especie de adicción, no puedes comer sólo una y, pipa tras pipa, proporcionan un placer indescriptible. 

Con este inicio quiero llegar a lo que voy: en una sesión con media parte (dos ratos de dos tardes) he disfrutado, como una bolsa de pipas, un libro que bien podría ser una película por lo que tiene de visual y de entretenido. Puro glamour  de Aloma Rodriguez, publicado por La navaja suiza.

Todo es metáfora pues no he comido pipas ni ayer ni hoy (recuerdo ahora el eslogan “pipas Facundo, las mejores del mundo”). Pero como Aloma confiesa que “quería escribir un libro que fuera como las pipas: un empezar y no parar”, creo que el mejor halago es decirle que, en mi caso, así ha sido. Y que conste que no me gusta la adulación fácil y gratuita.


Aloma Rodríguez (Zaragoza, 1983) escribe con sinceridad, con sencillez, con pulcritud, con una erudición no pedante sino ilustradora y, sobre todo, con una generosidad que abre su propia vivencia a lo público para convertirlo en literatura. Escribe en presente, en pasado, intercala citas de otros libros, de películas, frases de su abuela, situaciones divertidas con sus hijos y con su novio, que tiene nombre de camión; entre líneas queda escrita la admiración a sus padres, el amor a sus hermanos, la importancia de la familia, la de antes y la de ahora. Vida, literatura y pipas. Eso hace que el libro sea tan enriquecedor como divertido. Todo discurre con naturalidad, como la vida real. La narración avanza deprisa, como ella, de un lado a otro, pero con sentido y fluidez. Hay una visión desde la niñez y hacia la niñez que invita a jugar al lector, a adivinar y a seguir leyendo.

Las situaciones cotidianas de una madre joven con tres criaturas que salta de la maternidad a sus dedicaciones profesionales respiran libertad. Se muda dos o tres veces en poco tiempo, lo cual parece dibujar un caos inexistente pues en todo ese desorden, aparente, existe el orden interno, el de la filosofía de vida, el de la honestidad, que encuadra cualquier desenlace por desafortunado que parezca. La narradora no pretende ni justificar ni moralizar, no hay lecciones aunque sí aprendizaje. Carmen Martín Gaite, en uno de sus textos de hace más de 60 años, publicados luego en Cuadernos de todo escribe: “Cuando una mujer no pretenda demostrar ni que es muy mujer ni que deja de serlo y se entregue a cualquier quehacer o pensamiento desde su condición sin forzarla ni tampoco enorgullecerse de ella, sólo entonces será persona libre”. Aloma crea un género propio, no es un diario, ni un cuaderno, ni un reportaje, ni una selección de relatos, pero engloba cada uno de ellos, desde la libertad creativa.

Hay una anarquía ocurrente que impregna de felicidad cada una de las páginas y, como cuando comía pipas, ni me di cuenta hasta que llegué al final, deseando que la lectura se prolongase un poco más. Zaragoza es también protagonista, la autora la presenta y la recorre con un enfoque neoyorquino. También el río y los libros, a los que Aloma dedica todas las horas que roba al sueño. Leí en su anterior obra Siempre quiero ser lo que no soy (Milenio, 2021) que cuando tiene que leer algún libro para escribir una pieza al día siguiente, ella come pipas y así evita dejarse vencer por el sueño. Los temas que importan a la autora (amistad, maternidad, escritura, familia, el pueblo, la ciudad) aparecían en Siempre quiero ser…, pero vienen ahora con más fuerza a Puro glamour. Siempre desde su experiencia. Y hablar de lo íntimo, aunque algunos crean que es lo más fácil, resulta complicado: hay que vencer el pudor propio y el ajeno de quienes viven a nuestro lado. Y existe el peligro de perder en alguna página amistades o vínculos familiares. Aunque en este caso resulta difícil: en cada una de los relatos hay una felicidad contagiosa y adictiva.

Yo leo por diversión y por vocación lectora: nadie me paga y a nadie debo rendir cuentas por lo que leo o escribo. A mis amigos y conocidos recomendaré Puro glamour y, cuando sea mayor, me gustaría saber todo lo que sabe Aloma de libros y literatura pero, sobre todo, me encantaría organizar mi tiempo como hace ella y comer pipas más a menudo. Sigo su carrera profesional como escritora, periodista cultural y crítica literaria (que, por cierto, no se calla lo que no le gusta o, por lo menos, no halaga lo que a su criterio no lo merece). Yo, que soy mucho más mayor que ella pero me reconozco mucho menos erudita, admiro su tesón, su dedicación, su pasión y su atrevimiento.

“Crítica es pomposo y reseña, eufemístico”, escribe Aloma en Puro glamour. Yo tampoco quiero llamar a este texto ni lo uno ni lo otro, pues ni lo es ni pretende serlo. Creo que llevo ya más de seiscientas palabras pues, como dijo Orwell, prefiero escribir sobre libros que me importan, aunque sea menos veces y más largo. Además, otras voces reconocidas y frecuentes ya han escrito bondades sobre Puro glamour (me sumo a ellas). En este caso, mi pretensión es muy simple: manifestar mi admiración por esta escritora que se consolida con un estilo propio, una voz joven, ágil y veloz, haciendo de lo personal un universo global que reconoce en sus personajes y anécdotas a cualquiera de nosotros y quienes nos rodean. Tan entrañable que espero ya la próxima entrega para comerme otra bolsa de pipas.

Aloma con su hija pequeña el Día del Libro en Zaragoza. 

Dedicatoria en mi libro de la pequeña Lea. Glamour de vida. 


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