Recorrer las calles de Candasnos
y los lugares emblemáticos que rodean al pueblo no será lo mismo, para los que
vivimos aquí, después de leer La ley del
hambre (Ed.Contraluz, 2023), la novela escrita por Ana Ballabriga y
David Zaplana. Será difícil olvidar lo que ocurre en esta obra de ficción, que
no es sólo una historia de terror, ni pertenece exclusivamente al género negro,
ni es sólo una narración con elementos de fantasía y ciencia ficción. Y sin
embargo todas las características de esas formas literarias componen
esta novela escrita a cuatro manos. Desde el realismo mágico hasta el
costumbrismo realista. “En la pobreza lo bello apenas brillaba un instante, como una flor que nace en el desierto”, escriben los dos autores.
Hace cuatro días acabaron las
fiestas mayores de Candasnos. El último, el 16 de agosto, San Roque, Ana y
David presentaron su novela en el salón del cine. Hacía mucho calor pero
también había mucho calor: vecinos y visitantes escucharon con atención a los
autores, presentados por Loly Ballabriga. El acto había sido organizado por la
Asociación de Amas de Casa Corazón de Monegros, el Ayuntamiento de Candasnos y la Asociación de Cine Candasnos. Todos expectantes ante una novela que se desarrolla en este pequeño
pueblo de calles perpendiculares y llanas donde las balsas de agua tuvieron un
protagonismo estelar durante siglos y ahora, en La ley del hambre, surgen "chapoteos y gruñidos espeluznantes".
Ana Ballabriga (Candasnos, 1977) reconoció en la presentación que durante algunos años había estado desvinculada de su pueblo (aunque jamás dejó de ir) y este libro le
había servido para reconciliarse de alguna manera con su lugar de nacimiento, como un regreso, como Calixta, una de las protagonistas que sale de Candasnos
en su juventud y regresa años más tarde. Muchas mujeres abandonaron el pueblo
para servir en Barcelona o Zaragoza en la década de los cincuenta y los
sesenta. Sus hijos, que nacimos lejos de este pueblo, lo amábamos en la
nostalgia de las historias que nos contaban y pasábamos los veranos en casa de
nuestros abuelos y tíos. Recuerdo, como un sueño, la primera vez que fui a la
Balsa Buena sentada en un carrito entre los cántaros a buscar agua con mi tía. Si hubiese sabido lo que años mas tarde leería en una novela no me habría atrevido a ir.
El germen de la vinculación a un
lugar va más allá del nacimiento, aunque también. Dice el refrán que uno no es
de donde nace, sino de donde pace. Yo reivindico mi Barcelona amada, con su mar
y su gentío, sus barrios populares y sus avenidas majestuosas, sus paseos arbolados
y sus contrastes sombreados. Pero Candasnos también. A pesar de todo y de todos.
Existe una publicación anterior, de
1933, titulada Candasnos que escribió José Sampériz Janin (1910-1941), intelectual que murió gaseado en Mauthausen. Recientemente la novela de la que no existían ejemplares se reeditó a modo facsímil. Pero calificarla
es tan arduo como leerla. Yo lo hice, y la náusea me obligó a detenerme y
cerrar los ojos ante la brutalidad y salvajismo de algunas secuencias.
Sin embargo, esta nueva historia
situada en Candasnos, me ha enganchado tanto que en tres días ya la he
leído. Y también hay secuencias feroces, sí, pero muy bien integradas y con acción trepidante. Confieso que no soy asidua de este tipo
de lecturas pero en este caso la intriga y el hecho de su localización me hacían
avanzar página tras página, recorriendo los espacios y acompañando a unos
personajes muy bien construidos. La niebla presente durante casi toda la novela no puede ocultar el trabajo de investigación y documentación que los autores han realizado, como reconoció David Zaplana (Cartagena, 1975) y que les llevó desde El Molino de Barcelona hasta el Conventaz de Candasnos, un lugar muy poco investigado y cuyos restos dan juego a la magia y los maleficios presentes en la novela.
Invito a los lectores a acercarse a este pueblo dividido en dos mitades por la Nacional II, "como una antigua cicatriz" y
visitar los lugares (Balsa Buena, Plaza Mayor, Pozo del Hielo, calle San Isidro, la Hermandad, el cuartel de la Guardia Civil, las escuelas...) donde se desarrollan los hechos. ¿Increíbles? Tal vez, pero
la imaginación de Ana y David han hecho que ocurran. La ficción y la realidad
conviven en La ley del hambre donde
también se recrean, con mayor o menor acierto, algunos hechos históricos insertando a los protagonistas de la ficción. Lenguaje
sencillo, narración muy cuidada, ritmo ágil, descripciones detalladas y, sobre
todo, unos personajes muy bien construidos y entretejidos, dan a la novela ese
fuerza de seguir avanzando párrafo tras párrafo.
La historia tiene tres puntos de
vista, el de Calixta que, como hemos dicho, se fue del pueblo y vivió en
Barcelona unos años, el de Caín, un guardia civil destinado en el puesto de Candasnos
y el de Vera, una periodista que por circunstancias llega al pueblo. Los tres se
verán envueltos en los extraños acontecimientos que ocurren en esa pequeña localidad
de cuatrocientos habitantes, dominada por una familia de caciques desde el
final de la Guerra Civil. Hay otro personaje muy relevante, Quico: “Si el
hambre es la ley, la rebelión es la justicia”, repite. Él encarna los ideales, la
anarquía y el amor.
“Una empresa de semillas, un
chico desaparecido, la familia Galán, tablillas de maldición romanas, animales
asesinos, conspiraciones mundiales, un escocés con bigote y un médico
especializado en genética. Nada tenía sentido. Y, de alguna forma, intuía que
ya disponía de todas las piezas del puzle: solo había que ordenarlas”. Este
pensamiento de Vera, la periodista, resume bastante bien la novela. Los autores
consiguen ordenar el galimatías de sucesos y casi obligan al lector a seguir
avanzando en la siguiente página. La intriga está servida. El desenlace es un
mensaje subliminal contra los poderes que, todavía, manejan la vida en muchos
pueblos como Candasnos. Por desgracia, no abundan los Quico para rebelarse contra la ley del hambre.
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Ana Ballabriga y David Zaplana en la presentación en Candasnos el 16 de agosto junto a Loly Ballabriga y miembros de las Amas de Casa Corazón de Monegros que colaboraron en la organización del acto. |