domingo, 6 de noviembre de 2016

La noche del cine aragonés

Un año mas, y ya van veintiuno, se celebró en Fuentes de Ebro la noche del cine aragonés. Y un año más, el buen gusto y la elegancia se combinaron con sencillez en la gala de clausura de esta nueva edición que, como siempre, resultó entrañable, acogedora y amena. 



El Festival de Fuentes de Ebro entregó anoche los premios a diez cortometrajes aragoneses que habían sido seleccionados en las distintas categorías y también al mejor documental. Estar en el jurado ha sido una experiencia nueva, apasionante y, por qué no confesarlo, difícil. Valorar el trabajo de los nuevos cortometrajistas y de otros a los que ya se conoce, e incluso trabajado con ellos, se presentó como un reto delicado y comprometido. Pero la responsabilidad y el conocimiento interno de procesos de producción en proyectos audiovisuales fue el primer punto a la hora de aplicar la objetividad en la estimación. Así, se puntuaron uno por uno los trabajos para la selección y posteriormente, cada una de las categorías. A la hora de decidir los premios hubo que consensuar criterios, adoptando en algunos casos acuerdo por unanimidad y, en otros, aceptando la mayoría democraticamente.  El Festival de Fuentes valora categorías técnicas como pocos festivales de cortometrajes lo hacen; así los nominados en Guión, Dirección, Maquillaje-Peluquería, Fotografía, Arte, Producción,  Música, Edición o Actores ven premiado su trabajo. El cine es una labor de equipo y una película no sale adelante si falla alguna de las secciones, por eso es justo reconocer el trabajo de cada uno de ellos. En este caso, el jurado (Juanan Moreno, actor, Pimpi López, cámara de TVE y cortometrajista, Jesús Bosqued, director de arte, Gloria Sendino y la que escribe este post, productoras) también trabajo en equipo y, democraticamente, otorgó el siguiente palmarés:


Mejor cortometraje aragonés, premio Los olvidados: Rewind (Rubén Pérez Barrena)
Mejor documental aragonés del año: Mujeres de luz (Fernando Vera)
Mejor dirección: Javier Macipe, por Un minutito
Mejor actriz protagonista: María Jaimez, por Un minutito
Mejor actor protagonista: Luis Rabanaque, por Operación fair play
Mejor ópera prima: Operación fair play (Alberto Vallejo)
Mejor dirección de producción: Malena Carreras de Elpájarocosmico, por Rewind.
Mejor música original: Juanjo Javierre, por Rewind.
Mejor guión original: Alberto Vallejo, por Operación fair play.
Mejor fotografía: André Gil Mata, por La noche de todas las cosas (Pilar Palomero)
Mejor dirección de arte: Luis Sorando López, por Rewind.
Mejor actor de reparto: Unax Ugalde, por El trastero (Gaizka Urresti)
Mejor actriz de reparto: Conjunto de actrices de Ixtab (María Salgado)
Mejor edición o montaje: Fran Muñoz, por Le monteur, el montador (Guillermo Chapa)
Mejores efectos especiales o visuales: Lalivingston (Angel Ajenjo, Marcos Luis Hernández y Jesús Díez Velázquez) por Rewind.
Mejor maquillaje: Perucha, por Ixtab.
Javier Fesser (director) y Teresa Perales (campeona paralímpica) recogieron el premio Valores Humanos José Couso – Julio A. Parrado de este año, por el cortometraje Servicio técnico en el que la nadadora debuta como actriz: "Nunca pensé que recibiría un premio por ser actriz", dijo tan sonriente como siempre y con la fuerza que le caracteriza.

Se rindió homenaje al director Agustí Villaronga, que subió al escenario acompañado de la productora IsonaPassola y la actrices Luisa Gavasa y Bruna Cusí, que aparecen en la última película del director, Incierta gloria, parte de la cual se ha rodado en tierras aragonesas.


La gala estuvo conducida por los periodistas Jesús Nadador y Javier Vázquez y contó con la actuación de la cantante Silvia Solans que interpretó, con su magnífica voz, melodías relacionadas con el leitmotiv de la gala, el agente 007, James Bond y sus películas.


Vuelvo al inicio. Un año más, la noche del cine aragonés fue un éxito en Fuentes de Ebro. Gracias, José Antonio Aguilar, director del festival,  y el equipo que le acompaña (reducido, sólo siete personas sacan adelante, con ilusión y esfuerzo, el festival). 
Lo más difícil para mí fue conocer los premios y no poder publicarlos (vicio de cualquier periodista) antes de la gala. Ahora sí. Enhorabuena a todos. ¡Nos vemos en el cine!

Aurora Pinto, Juanan Moreno, Pimpi López, Gloria Sendino, Jesús Bosqued
Jurado de la 21 edición del Festival Fuentes de Ebro.



martes, 4 de octubre de 2016

Doblemente feliz


Dice el tópico que ser madre te aporta muchas satisfacciones. También que con los amigos se comparten los buenos momentos

Suena mi Smartphone (bueno, no es una llamada, sino un whatsapp de voz). El teléfono reproduce el mensaje. Es Luisa Gavasa, gran actriz y amiga, a la que, por cierto, hace ya demasiado tiempo que no abrazo en persona. Con su voz cercana, de acento aragonés, me anuncia que mi hijo ha ganado un premio en el Alejandría Meditrraneam Countries Film Festival. Al principio me sorprendo. ¿Luisa? Se cuela su sonrisa en el mensaje mientras, orgullosa, confiesa que fue para ella un placer recoger el premio como representante española (y aragonesa) en nombre de Ignacio Lasierra. Sigo escuchando. Me cuenta que estaba allí invitada por el festival que le brindaba homenaje a toda su carrera. Pero que  al final subió al escenario tres o cuatro veces; Se ríe narrando que cada vez que escuchaba su nombre, aunque no entendía muy bien el motivo(pues la gala se celebraba en árabe y poco podía entender), subía de nuevo al escenario para recoger uno u otro premio.


Vuelvo a escuchar el mensaje. Necesito confirmar lo que oigo. Sí, sí. Es ella (verifico la foto de contacto en whatsapp) y su inconfundible voz se cuela de nuevo avanzando desde mis oídos hasta esa parte invisible que algunos llaman alma; yo emoción, sentimiento, corazón.
Recibir la noticia de su voz es un lujo.  De madre a madre. Ella también sabe de los éxitos de su hijo, Pablo Tobías, y se siente orgullosa cuando así ocurre. Por eso entiende mi satisfacción de madre en ese momento. Compartimos.

La admiro como actriz. Se merece el momento que está viviendo. Muchos años de trabajo, teatro, televisión, cine. Ahora llegan los reconocimientos. Luisa va a leer este año el pregón de las fiestas, desde el balcón del Ayuntamiento de Zaragoza. Su voz grave llenará todos los rincones de la Plaza del Pilar y miles de ciudadanos se empaparán de su emoción, su sinceridad, su cercanía.
Esa voz maravillosa que me anunció el premio. Mejor cortometraje documental por Mi tío Ramón 

Doblemente feliz. Enhorabuena Nacho. Gracias Luisa.




sábado, 17 de septiembre de 2016

Café Society

Woody Allen y Nueva York son una pareja de enamorados que no han firmado un contrato conyugal pero que jamás se separarán. Evolucionan juntos con el paso de los años, la ciudad sigue creciendo, imparable, y el cineasta, como cualquier humano, se va haciendo mayor. Aunque sigue haciendo películas a sus 80 años, casi una por año. Varias de  que ha rodado en el último tercio de su carrera cinematográfica se han llevado el varapalo de la crítica y de los espectadores; es como si el joven que sorprendió en los años 70 del siglo pasado con su narrativa atrevida e innovadora se hubiese desvanecido; como si se hubiera convertido en una máquina para sacar película tras película.


Con Café Society, Woody Allen (New York, 1935) demuestra que todavía está en plena forma y que es capaz de usar el lenguaje audiovisual con una maestría singular, con ese estilo autoral que le distingue, convirtiendo el humor ácido en sarcasmo dulce y explorando los sentimientos y las reacciones humanas, sobre todo en lo relacionado al mundo de la pareja, tema de la mayoría de sus películas: las relaciones de pareja, el amor. En Café Society hay un nuevo enamoramiento de Woody Allen, igual que en la trama de la película de amor a tres bandas y, sin ser infiel a la ciudad de Nueva York, aparece el Hollywood de los años 30 con todo su glamour (y una crítica ácida a la falsedad y la hipocresía de las relaciones sociales interesadas). No obstante, Nueva York aparece preciosa y delicadamente retratada, como es habitual; es un personaje más de la historia si bien esta vez el director diversifica las localizaciones con otras que representan Hollywood en sus primeros años de esplendor.


No hay tanta dedicación al psicoanálisis o la reflexión existencial  de aquel Woody Allen que buscaba la madurez a través de sus películas, ni tampoco a su preocupación por el sexo  en Café Society . La película es reflejo de que Woody Allen se ha hecho mayor, que no viejo. El ritmo sigue ágil en casi toda la película, más también que en sus primeras cintas, si bien el diálogo es parte imprescindible. Unos diálogos chispeantes como sólo él sabe construir, que no resultan empalagosos aunque el actor le confiese a su amada que la quiere, explícitamente. Si de algún empalago peca Café Society es quizás de una iluminación excesivamente romántica, atardeceres y tonos anaranjados que alejan del aspecto más realista de la historia, situándola en un plano de ensoñación, ficción recreada del Hollywood de los años 30 o del club lugar de reunión nocturna del Hampa y la alta sociedad neoyorkina. Tal vez esa fuese la intención del director de fotografía Vittorio Storao siguiendo las indicaciones de Allen, claro está.

Hay que destacar por su interpretación a  Jesse Eisenberg  que recuerda al Woody Allen joven, sin gafas, eso sí, en sus reacciones y actuación. Empalaga quizás la de Kirsten Stewart, demasiado dulce, demasiado caprichosa, pero es su papel. Y admirable la de los actores que encarnan a la familia del protagonista, el padre, la madre, el cuñado y la hermana… buena representación de las costumbres y la vida de los neoyorkinos judíos no ortodoxos, no fanáticos, pero seguidores de su religión aún sin practicarla a rajatabla, como la mayoría, quizás. 




Aunque el aspecto que diferencia esta última película de las otras es lo que trasluce del propio autor a través de los diálogos y la historia. Creo que Woody Allen ya ha madurado, se está haciendo mayor, por fin, y plantea cuestiones más existenciales como el más allá o la vida. También trasluce ese posicionamiento adulto hacia el conservadurismo, no atrevimiento ni ruptura, no escándalo ni experimentación; el bien y el mal, lo correcto y lo incorrecto, la renuncia que dignifica o la entrega que acomoda.   Los personajes no se arriesgan, siguen la línea de la tradición, no sorprenden por sus reacciones y la presión social está presente.  El mal se paga con la muerte y el bien es recompensado con la vida.

La otra pasión de Woody Allen, el jazz, se convierte en el otro personaje de la película, que acompaña, y protagoniza en algunas secuencias, la propia historia.  Eso sí, por favor, si todavía no la han visto (y por eso no aporto más datos sobre la historia y el maravilloso punto final) véanla en versión original; el doblaje al español es un enorme fracaso, anulando totalmente la actuación del actor Steve Carell al que le han adjudicado una entonación casi ridícula que no se corresponde con su actuación original. 
Quisiera también  dar también un voto favorable al fino trabajo realizado por la dirección de arte, vestuario, maquillaje y peluquería. Todo nos traslada a los años 30, los decorados, los coches, la ambientación...en el Café Society. 

 

domingo, 11 de septiembre de 2016

Quince años después del 2001


Quince años han pasado desde la caída de las Torres Gemelas. En su espacio hay ahora unas fuentes conmemorativas… del dolor. Unos agujeros engullen el agua que se desliza por sus paredes, como si con ello se llenase el vacío hacia un fondo oscuro, como si fuesen una fuente inagotable de lágrimas. 




En las ocho paredes que no existen y que bordean invisiblemente esas dos torres, los nombres de los muertos grabados en piedra, y algunas rosas que les acompañan en silencio. Y miles de visitantes todos los días, la mayoría turistas,  otros neoyorkinos.



Y es que la vida sigue en Wall Street. Quince años después el trasiego por sus calles es acelerado. Los neoyorkinos caminan deprisa por esa zona,  más que  los londinenses en la City por ejemplo, o los barceloneses por la Diagonal. Llevan, eso sí, igual que éstos, sus bolsas y maletines negros en la mano o colgados al hombro, llenos de negocios, propuestas e ideas,  en portátiles o tablets, en sus miradas que jamás miran hacia arriba para ver el final del rascacielos que les protege del sol. 





Por esas calles que hace quince años estaban cubiertas de ceniza y polvo, desastre y desesperación, con rostros ensangrentados y pies descalzos, los neoyorkinos caminan hoy  hablando con sus smartphones, aunque no llevan sus terminales pegados a la oreja sino que conversan a través de los auriculares y el cable, de manera que parece que  vayan hablando solos.  Hace quince años también hablaban solos mirando a ninguna parte, ausentes, huyendo del terror y el desastre… gritaban, lloraban. Imágenes que en directo nos ofrecía la televisión y que han quedado impregnadas en nuestra memoria. 




Por eso el visitante compara cuando llega ahí. Y busca respuestas. Y no las encuentra todavía. América se sintió vulnerable. Los americanos también. Hoy se advierte mucha protección en las calles, vigilancia incluso a los que demostramos abiertamente que somos turistas, visitantes curiosos simplemente. También observa el visitante que todavía hay obras en las cercanías quince años después y que se ha construido una enorme torre nueva, el edificio más alto de Nueva York, el nuevo World Trade Center, que está junto al espacio vacío que dejaron las dos torres.


Para no sentirse vulnerable y no olvidar el espíritu americano, esa bandera de la libertad y el progreso que les caracteriza. 


Aunque sí observa como la frenética actividad que hay, quince años después, en Wall Street se detiene al llegar al espacio vacío de las torres. Allí los visitantes miran, callan, observan, caminan despacio…
Murieron cerca de 3.000 personas de 80 países. Lo lamentable es que quince años después sigan muriendo cada día miles de personas en Siria, Irak, Afganistán, Yemen o Burundi… o en el mar huyendo de la guerra y el terror…o en Bruselas, París o Niza, Europa madre de la civilización y el progreso.  Injusticia que sigue ocurriendo, después de quince años, hoy 11 de septiembre de 2016..

Recordar sí, claro, pero rectificar también. Al comportamiento humano todavía le queda mucho por cambiar. Nos queda, porque todos somos parte y causa. Nos lamentamos, nos quejamos y dejamos en manos de nuestros representantes políticos la actuación; depositamos en ellos nuestra confianza para que “esto se arregle”. Pero no termina de arreglarse.

Fotografías Aurora Pinto. New York, mayo 2016

sábado, 12 de marzo de 2016

Al Oeste de Barcelona

Son poco más de las seis de una gélida tarde de principios de marzo y al salir a la calle sólo escucho el eco de mis pasos  y el silbido del viento verspertino. Al llegar a la Plaza Mayor encuentro la primera señal de que algo extraordinario va a acontecer hoy en esta pequeña localidad de la provincia de Huesca. Un joven apostado en el objetivo de una cámara de vídeo apunta hacia la calle San Isidro mientras regula la altura del trípode. No se ve a nadie más en ninguna de las cuatro perpendiculares calles que cruzan la plaza. No suele haber mucho tránsito de personas, ni de coches, ni de bicicletas... ya no llegan a trescientas las almas que duermen en el pueblo. A principios de siglo fueron casi mil pero la escasez de recursos en una tierra árida, como la del Oeste americano, provocó un éxodo rural, principalmente hacia Barcelona, en la mitad del siglo XX. 
Fotografías: Aurora Pinto
Luego, los cambios hacia la vida urbana...otros marcharon a estudiar y no regresaron. Los menos, los que aún perviven y sobreviven, se quedaron para cuidar de esas tierras que ahora se mojan y enriquecen no sólo con el agua de la lluvia, sino con los riegos regulados y regulares que trajo la modernización de las infraestructuras hidráulicas y permiten a pequeños, medianos, grandes, jóvenes y no tan jóvenes agricultores una gestión empresarial de sus propiedades. Y luego están los ancianos, los que no se fueron, o los que volvieron tras su jubilación. Pocos niños. Muchos solteros. Y bastantes viudas.
Esta población, invisible en las calles de un sábado ventoso, es la que va a disfrutar de una tarde especial. Y esta cronista inesperada que llegó desde Barcelona en el último tercio del siglo XX. 
Saludo al joven de la cámara y enfilo la calle hacia el cine, sabedora que me está grabando mientras me alejo. A pesar de los pocos habitantes el cine se mantiene, no sólo como salón de actos, sino con una programación semanal todos los fines de semana. Todavía está la puerta cerrada cuando llego y un joven me saluda a la entrada. Me invita a entrar y abre la puerta. Ni el cámara que he saludado en la plaza ni este chico son del pueblo. Dos jóvenes más,  uno grabando con otra cámara y el otro sosteniendo una pértiga con un enorme micrófono al final me saludan en el pasillo de acceso, en una penumbra inquietante. Tampoco son del pueblo.
La taquilla está cerrada. Hoy la sesión de cine es gratis.  


Las butacas rojas, de terciopelo, todavía vacías y el diseño de las paredes como en los cines de los años 60, invitan a quedarse. En las primeras filas unos carteles con nombres de personas del pueblo indican que tienen reservado el asiento. Otro joven, forastero también, se ocupa de ir acomodando a los que llegan, poco a poco.
Tímidamente en el cine se va ambientando la tarde. Las mujeres ya han salido de misa y vienen casi todas, llenando los espacios vacíos con sus voces, risas y algarabía.

La expectación se hace murmullo y poco a poco se convierte en silencio. De pronto, un pistolero jubilado ataviado con un vistoso poncho irrumpe por una de las cortinas laterales (lo que es la puerta de salida de emergencia), también de terciopelo rojo, como el telón que cubre la pantalla. Saluda al público, que le aplaude. Se presenta. Es Alberto Gadea, un actor especialista que intervino en la película que vamos a ver. Desde una fila detrás a la que me encuentro, una voz atrevida le pregunta ¿No estará cargada?. 

Alberto Gadea



Aberto Gadea cuenta que esa pistola se la regaló el actor de El bueno, el feo y el maloEli Wallach, en uno de los rodajes en los que coincidieron. Narra también como se lastimó la muñeca durante el rodaje de una de las escenas en estas tierras. Recuerda como le llevaron al dispensario de Fraga... y confiesa que su hijo pequeño, que tiene ahora más de cuarenta años, podría decirse que es de este pueblo: ¡tengo buenos recuerdos de aquel rodaje!, añade en tono guasón.  El público se ríe y escucha atento, pero está impaciente, y especialmente emocionado, por ver la película  que hace 50 años se rodó en CandasnosPistoleros de Arizona o El rancho de los implacables, que era el título provisional cuando se rodó y como la recuerdan por aquí.  Pues varios de los presentes intervinieron de una manera u otra en la película; unos vigilando el set, otros como extras, otros preparando los bocadillos del catering, otros prestando sus almacenes como departamentos de producción y vestuario... 


Cartel a la entrada del cine

Y todos ellos intervendrán también en el documental que esos jóvenes, forasteros que llegaron a Candasnos desde Barcelona hace poco más de un año, están desarrollando: “Espulgas City, al Oeste de Barcelona” será el título. 

Explica Pere  Marzo, el director (el joven que nos ha recibido a la entrada tímidamente), que todo comenzó cuando descubrió en internet que un actor llamado George Martín, era en realidad Francisco Martínez, un gallego emigrado a Barcelona que se había convertido en un héroe del spaghetti western, y que sus películas se habían rodado en los estudios (hoy desaparecidos) de  Espulgas de Llobregat donde se había construido un set de rodaje simulando un pueblo del Oeste Americano. Comenzó a investigar y averiguó que entre 1964 y 1974, se rodaron casi cien películas coproducciones hispano-ítalo-germanas, casi todas de la mano de Balcazar Producciones Cinematográficas. Muchas de ellas rodaban los exteriores en el desierto de Los Monegros (en Candasnos se construyó incluso un rancho como set de rodaje),  así como en el río Cinca en Fraga, las Ripas de Alcolea o la ermita de Chalamera. El Oeste Americano estaba al Oeste de Barcelona. Las persecuciones con caballos y diligencias, las peleas o los disparos se reviven ahora en la pantalla. Pistoleros de Arizona fue la primera de todas ellas, en 1964.

Estos jóvenes cineastas llenos de ilusión y de energía, han estado grabando toda la semana en estas tierras monegrinas, antes secas y áridas, buscando en el lugar el recuerdo o el dato, la imagen y el sonido para su documental. Como si los emigrantes que la abandonaron en los años 50 y 60 del siglo pasado viajando hacia el este, les hubiesen inspirado a mirar hacia el Oeste de Barcelona.

Se apaga la luz y comienza la película. Un suave foco ilumina tenuemente las butacas: hay una cámara grabando las reacciones del público. 
Se reconocen los lugares. La tierra seca, como la del desierto de Arizona. Casi se percibe el aroma del polvo entre las butacas del cine. 

Imágenes tomadas durante la proyección.

Poco importa si la película es más o menos buena, hoy no cabe la crítica cinematográfica. Todos están atentos a la pantalla. Siguen el argumento, pero además están muy pendientes de los detalles. Algunos se reconocen en una escena en la que aparecen varios extras apagando un incendio. María y Josefa recuerdan que fueron por la noche a ver como se rodaba esa escena. Pero todo eso, lo dejo para el documental, donde imagino que se cuentan esa y otras muchas anécdotas. Aún no han finalizado el rodaje; todavía tienen que ir a Italia,  dice Raúl Martínez el joven cámara que me he encontrado en la Plaza (aunque me confiesa que su labor es más de producción). 

Pere Marzo conversa con algunas de las personas entrevistadas en el documental. 
El proyecto cuenta con el apoyo de TV3 y Aragón Televisión, según indica otro de los productores, el aragonés Victor Forniés.

Cuando se estrene, dice Pere, vendrán a presentarlo también en el cine de Candasnos. El de los años 60. Les esperamos. Aquí, en Kandas-City, que fue Arizona. Al Oeste de Barcelona.

Fotograma película rodada en tierras de Candasnos.


jueves, 14 de enero de 2016

La huelga que no cesa

Hace frío en esta mañana de enero y no es agradable estar en la parada. La huelga que los conductores de autobús están llevando a cabo desde hace más de un mes, regada hoy por una lluvia pertinente y abundante, provoca que los usuarios del transporte público se muestren irascibles algunos y poco pacientes otros. 
La ira contenida se desata cuando los viajeros comienzan a subir al autobús que llega, repleto ya.

- ¿Hasta cuando esta huelga?, pregunta una señora en tono malhumorado mientras es apretujada por otros pasajeros para poder entrar en el abarrotado bus después de mas de veinte minutos de espera.
- Hasta que Dios quiera!, responde el conductor en tono de guasa.
- No es lo mismo decirle al jefe un día o dos que tienes problemas con el bus que un mes- dice una joven con acento extranjero.
- Claro, te juegas el puesto de trabajo- asiente una señora mayor.
- Pero qué piden estos! Si viven como quieren!- apunta otra. 
- Llevo desde las ocho de bus en bus porque aunque la huelga comienza a las nueve, los vehículos empiezan ya a retirarse a las ocho y media, te dejan en una parada y ¡apáñatelas! Vas de bus en bus, mojándote, pasando frío... ¡pobres niños que se quedan helados en la calle!- dice otra indignada.
O quizás lo que una usuaria ha sugerido:
Que en las horas de huelga el billete sea gratuito... 

Y ahí ha empezado una cadena de manifiestos, opiniones, improperios y silencios incómodos entre la una, el otro y los más de ciento cincuenta pasajeros que mojados y apretujados sufríamos también las molestias que ocasiona una huelga indefinida. Desde los que llegan tarde a trabajar...

- Y encima nos llevan como borregos!- grita la anterior.
- Que sabra usted seeñoooora!- responde burlesco el conductor desde su asiento.
Quizás una mejor información y comunicación a los usuarios sobre los motivos de la huelga sería una medida necesaria en estos casos. En carteles pegados en los autobuses donde los zaragozanos puedan leer las reivindicaciones de los trabajadores del transporte público. ¿Cuanto cobra un conductor de autobús? ¿Qué reivindican

- Yo no pienso pagar el billete en las horas de huelga-  dice.
¿Que lo asuma el ayuntamiento?, pregunto yo.

Por que la lluvia no podemos pararla.
Foto Aurora Pinto

domingo, 3 de enero de 2016

La becaria

Aquella horrible caja con la que os felicité el Nuevo Año contenía... ¡una hermosa bicicleta! 


Ser becaria me ha dado más de una alegría. La última ésta, obsequio de Warner Bros Company (la de Bugs Bunny, sí), a través de Zarafilms S.A, por un texto que escribí en referencia a la película El Becario y que se basaba en propia experiencia personal. 

Extraigo este párrafo: "Nunca es tarde... Lo curioso es que, como al becario que interpreta Robert de Niro, me costaba convencer a la gente con la que tuve que interferir durante mis prácticas de que no era una profesional contratada, sino una becaria; las sonrisas que obtenía cuando les daba la explicación bailaban entre la guasa y la admiración. ¿Estás de broma?, dudaban algunos. ¡Qué valor tienes!, se sorprendían otros".

De nuevo cine y periodismo, ficción y realidad, se unen para brindarme nuevas energías.

Y aquí estoy, ¡lista para pedalear durante todo el 2016 en busca de nuevos sueños!