martes, 15 de septiembre de 2015

ma ma



El título de la película ya identifica lo que el espectador se va a encontrar: ma-ma, con minúscula. Julio Medem (San Sebastián, 1958) juega con las sílabas y los significados, con el pecho como órgano que amamanta la maternidad y como elemento que forma parte de una enfermedad temida: el cáncer. Esa bipolaridad, felicidad-amargura, amor-desamor, vida-muerte, es lo que argumenta un guion salpicado también de demasiados casualismos. Bien es cierto que para contar una cuestión trascendente como la muerte se han utilizado ya en el cine muchas técnicas, no sólo visuales, sino también narrativas. En este caso, Medem utiliza un cuento: una historia de amor, llena de casualidades, que unen a dos seres abandonados por la vida y que se encuentran en un camino desesperado y solitario. Pero lo utiliza en exceso; tanto que provoca escasa verosimilitud y excesivo sentimentalismo.

Los personajes:
Magda es una maestra madre de Dani, un niño apasionado por el fútbol. Recibe la noticia de que padece un cáncer de mama mientras su pareja, profesor de universidad, le engaña con una de sus alumnas.
Adolfo es un ojeador de fútbol que, esa misma tarde, mientras propone a Magda que Dani pase a formar parte del equipo del Real Madrid, recibe la noticia de un accidente de su esposa y su hija.  Ésta fallece en el acto, mientras su esposa se debate entre la vida y la muerte.
Este cúmulo de situaciones forzadas en el guion sitúan al espectador en un cuento suprarrealista que entreteje una historia donde los personajes comparten momentos de máxima amargura, de acompañamiento en la vida y en la muerte. El ginecólogo de Magda es una utopía, pero también un toque de atención hacia la sanidad pública: sería el médico ideal, un amigo sanador, que acompaña a la mujer a la que le cortan un pecho, que se preocupa no sólo por la evolución de la enfermedad, sino también por su estado de ánimo, en definitiva por su Vida, con mayúscula. Quizás tan excesivo el planteamiento que casi resulta parodia: no existe ese profesional que le canta a la paciente en el quirófano poco antes de la operación, o que le acompañe a la playa para realizarle una exploración en el mar.

La metáfora está presente como un personaje más,  también explícita y fácil, en ese mar líquido; o a través del hielo, de la fría nieve y de una niña, Natasha, que luego se convierte también en vida, en esperanza, en símbolo de lucha; o de un corazón que late (vida);  o de la tierra donde se plantan semillas (esperanza). Yo, para el cine de reflexión me quedo con Michael Haneke y su realismo metafórico.

Los intérpretes:
No voy a dar más pistas para no ser un spoiler para quien no haya visto la película. Simplemente diré que el espectador se emocionará, aunque se resista, sobre todo si ha vivido de cerca algún caso de cáncer de mama. Maravillosa Penélope Cruz (Alcobendas, 1974). Magistral interpretación. Pe  está soberbia en el drama, sus ojos transmiten tanto el dolor como el cansancio del tratamiento con quimioterapia. Pero también es capaz de alumbrar, con esos mismos ojos y una radiante sonrisa, el brillo  de la esperanza, la fuerza de la lucha, el amor inmenso de una madre, la generosidad desgarradora hacia Adolfo. Y ese toque almodovariano que sabe plasmar en sus personajes, un tono real irónico que acompaña de espontaneidad para bajar al personaje a la calle y hacerlo más cercano para el espectador.
Luis Tosar (Lugo, 1971) es también el rigor en la interpretación, la sonrisa amable, el llanto amargo, la soledad inmensa: lo dicen sus gestos, sus manos, el movimiento de su cuerpo, el tono de su voz. Grande también.
Asier Etxeandia (Bilbao, 1975) es el ginecólogo. Un personaje de cuento, perfectamente interpretado para hacerlo descender a la realidad. Y que, por cierto, canta maravillosamente. Si me dicen en que clínica visita, pido cita ahora mismo.
Pero incluso las canciones que maravillosamente interpreta Asier, son tan des-veladas, que resultan sentimentaloides:  Amor amar, de Camilo Sesto o Vivir, escrita por Nino Bravo y que se conoció póstumamente tras su muerte.  Es un canto a la vida.  Como la película.
La dirección, la fotografía y el montaje están supeditados a la historia. Quizás en la planificación alguna  posición de cámara es demasiado explícita y  poco clásica. Pero ya sabemos que a Medem le gusta ese tipo de ejercicios. Y no resulta estridente.

Los dos últimos planos de la película me sobran. Me hubiese gustado más el final con la metáfora del corazón. Impactante y cerrando la historia. Pero mejor será que vayan a verla.Y si la madre de ustedes, o su mejor amiga, o la prima de su esposo, o usted misma han sido víctimas de  un cáncer, y sobre todo, todas las madres, lleven pañuelos de papel en abundancia. Ma-ma