domingo, 14 de marzo de 2010

Pintar y jugar bajo la sombra de un ciprés


Ayer la prensa, la televisión y la radio, escribían, mostraban imágenes y hablaban de Miguel Delibes, ese gran escritor español eterno candidato al Premio Nóbel que falleció el viernes. Conocidos periodistas, críticos, escritores, cineastas... todos coinciden en afirmar que Miguel Delibes ha sido un escritor prolífico y sabio en la creación de personajes y en el correctísimo uso de un lenguaje que sin embargo no se proveía de palabras arcaicas o gongorianas, no era pedante ni generaba dificultad en su lectura. Yo también lo creo.

Sin embargo, el primer recuerdo que yo tengo de Miguel Delibes, sin duda alguna equivocado y posteriormente contrarrestado, es el de un “pesado y triste” La sombra del ciprés es alargada. Era 1975 y yo andaba todavía más cercana a la infancia que a la juventud, en esa pubertad precoz que la prisa por crecer empuja entre los trece y los catorce años. Mi profesora de literatura, Carmina (“la loro” creo que la llamábamos también), gracias a la cual amo y respeto la palabra escrita en todas sus versiones (novela, poesía, ensayo) y las artes escénicas, nos encomendó para el trabajo de aquel mes la lectura y posterior “comentario de texto” (estudio formal, conceptual y crítico) de La sombra del ciprés es alargada. Supongo que me encontraba yo entonces más pendiente de otros asuntos, quizás todavía de pintar y jugar, y no tenía la madurez suficiente para dedicar al libro el tiempo y la atención precisa. Por eso el recuerdo, más de treinta años después, es el de un texto gris, triste y largo, como el título. Y no he vuelto a leerlo, aunque sí otros como Cinco horas con Mario (que también en ese año o en el posterior, Carmina nos mandó como trabajo mensual) o El príncipe destronado que adquirí ya en mi edad adulta y voluntariamente. Otras obras de Delibes las conozco a través del cine, ese maravilloso espejo de grandes obras literarias como Los santos inocentes, El disputado voto del Señor Cayo,  o la televisión, como la serie  El camino. Y fui a Madrid un fin de semana hace cinco años, más o menos, sólo para ver en teatro Cinco horas con Mario, con una magnífica interpretación de Lola Herrera sobre el escenario.

Esta mañana he cogido de mi biblioteca La sombra del ciprés es alargada, un ejemplar editado en 1971 por Destino, de tapa dura, y que tiene en su primera hoja en blanco marcado a lápiz el precio, 225 (pesetas se entiende). Reconozco esos números escritos por mi madre, no porqué ella se dedicase a poner el precio a mis libros, sino porqué el libro estaba adquirido en mi propia librería, la que mis padres tenían cuando yo nací y hasta que tuve más o menos quince años.  El hecho de haber crecido entre libros, más allá de facilitarme la adquisición de los materiales que en el cole me pedían para los trabajos mensuales (por cierto, esto daría para otro post: ¿porqué los niños no leen y trabajan ahora la literatura como entonces? o “el gran vacío del sistema educativo actual: la falta de lectura y escritura” o “es imposible que adquieran conocimientos si su materia gris no se engrana con la abstracción 
de conceptos a través de las palabras/ lectura”.)...más allá de facilitarme la proximidad y el amor a los libros, creo que marcó mucho mi respeto hacia los escritores. Desde ese respeto, vuelvo hoy a mi biblioteca y abro La sombra del ciprés es alargada. Muchos recuerdos se unen a la tristeza de la muerte del autor; en la página 145 hay un calendario publicitando Kit-Pelikán Juegos de pintar y jugar de 1975. Imagino que es en esa página donde abandoné la lectura y probablemente pasaría al final para saber como acababa el libro y poder hacer el trabajo, o haría un trabajo hablando de “generalidades” o basándome en las apreciaciones vistas hasta la página 145. El caso es que yo en literatura siempre sacaba notas altas, así que supongo que Carmina no “notaría” que yo no había leído el libro completo. El libro tiene 278 páginas y no me veo capaz de seguir leyéndolo después de más de treinta años, así que me he propuesto comenzarlo de nuevo. Llevando como punto-libro el mismo calendario, el que me lleva a esa librería donde crecí, donde ahora en el recuerdo también La sombra del ciprés es alargada porqué la mano que escribió a lápiz el precio del libro hace ya demasiado tiempo que se fue dejándome huérfana de amor y cariño. Y como un Juego de pintar y jugar volveré a recomponer en colores los fragmentos 
de un Premio Nadal que no supe entender quizás porqué no era el tiempo ni la edad para hacerlo cuando todo era en blanco y negro para mí, o quizás porqué estaba pre-Destinado que ese libro tendría que leerlo cuando su autor, Miguel Delibes, falleciese también, para recomponer el recuerdo con el Kit-Pelikán.

Por el autor, por Carmina y por mi madre, para que la sombra del ciprés no sea tan alargada y los juegos de pintar y jugar llenen de colores el recuerdo.

La sombra del ciprés es alargada
Editorial Destino.
Barcelona.

3 comentarios:

  1. Es curioso que, con motivo de la muerte de Delibes, mi próxima entrada iba a estar también dedicada a él. Porque es uno de los escritores españoles de este siglo que más me gustan precisamente por su sencillez. Coincidencia que el primer libro que leí de Delibes también fue La Sombra del ciprés es alargada...
    Coincido plenamente en todo lo que dices en tu artículo y me ha gustado mucho.
    Tu profe, la loro, estaría orgullosísima de ti, porque respetas y trabajas la palabra...
    Bonita entrada, Eo
    Un saludo

    ResponderEliminar
  2. ¡Me lo he leído del tirón! Cuántas cosas se pueden saber de ti a través de tus palabras. Lo de tener la librería en casa (aunque fuera hasta los 15 años) es para sentirse afortunada. Siempre he dicho que sería feliz siendo librera...

    Te animo a que vuelvas a leer el libro. Seguro que las sombras del ciprés se quedan en el título.

    Un abrazo

    ResponderEliminar